Damos por hecho, con una rapidez reactiva, que ciertas actitudes son por naturaleza ‘bondadosas’ y definen nuestro lado más humano. Entre esas actitudes, la empatía parece la reina de la comprensión, la aceptación de la otra persona y la que activa nuestra capacidad de ayuda y cooperación.
También dicen (con una definición bastante cursi), que ‘la empatía es caminar un rato en los zapatos del otro’, algo que puede resultar muy gratificante (ampliamos nuestra dimensión humana con otras perspectivas), muy desagradable (sobre todo si el otro lleva todo el día caminando y se acaba de quitar esos zapatos que aún podemos sentir calientes.. uff), o muy peligroso bien porque esa capacidad nos termine desgastando o bien porque se termine usando de manera interesada.
Como una moneda, cada actitud tiene su cara y su cruz, su cara buena y su cara amarga, y la empatía no iba a ser menos.
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Las dimensiones de la empatía
Quizás sea sano y necesario entender que la empatía tiene distintas dimensiones, para calibrar de la mejor manera su impacto en las relaciones humanas e incluso nuestra manera de entenderla y vivirla.
Así, por un lado la empatía cognitiva nos permite conocer qué está sintiendo la otra persona. Como si nos asomáramos a una ventana y pudiéramos observar a modo espectadores la gama de sentimientos y sensaciones ajenas, tomando clara conciencia de todo ello pero sin emoción alguna. Podríamos decir que esta es una empatía fría.
Por otro lado la empatía afectiva paralela nos permite, además de conocer, experimentar las emociones sentidas por el otro. Aquí damos un paso más, ya que conectamos afectivamente con lo que el otro está sintiendo, ahora ya no somos meros espectadores sino partícipes de la emoción.
En último lugar, la empatía afectiva reactiva, además de facilitarnos el conocer y experimentar las emociones ajenas, nos hace caer en ellas de tal manera que estas terminan afectándonos, esto es, confluimos con las emociones y sentimientos de la otra persona, borramos las fronteras afectivas y terminamos en el mismo secuestro emocional en el que se encuentra la otra persona.
Ahora te toca a ti darle un poco al coco: ¿Cuál de las tres dimensiones de la empatía crees que es la más perjudicial en las relaciones humanas?, ¿Y la que facilita de manera más sana una relación de ayuda?, ¿Y la más peligrosa…? [Este debate sería fascinante].
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Cuando la empatía se siente y se padece
Si bien el componente afectivo de nuestra empatía es el que permite nuestra conexión real y auténtica con la otra persona, llevarlo al extremo de la empatía reactiva (quizás la mayoría de las veces de una forma inconsciente, sin caer en ello), puede terminar agotándonos en batallas ajenas o incluso incrementando el sufrimiento ajeno.
Sostener en el tiempo esa confluencia con las emociones de quienes nos activan esa empatía, viviéndolas intensamente y haciéndolas nuestras, pueden terminar desgastándonos, agotándonos y restándonos mucha eficacia a la hora de elegir cuáles pueden ser nuestras respuestas más sanas y efectivas. Perdemos nuestra capacidad de respuestas, convirtiéndonos en sufridores reactivos de sentimientos ajenos. Perdemos autonomía y con el tiempo acabamos quemados.
Por otro lado, nuestra reactividad puede terminar padeciéndola la otra persona. Bien porque le traslademos un sentimiento de culpabilidad por nuestro ‘reactivo’ proceso de victimización, bien por que podamos terminar anulando sus propias competencias, trasladándole un sentimiento de ‘inutilidad’. Explico esto último: haces tan tuyo su contexto, que nuestra ‘bien intencionada’ actitud puede terminar sobreponiéndose las posibilidades de afrontamiento de la otra persona limitándola en sus posibilidades. (Véase, 10 razones para no ayudar a nadie).
La empatía, cuando es afectivamente vivida y emocionalmente reactiva, nos victimiza y puede victimizar a otras personas.
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El maquiavélico uso de la empatía
Asociar de manera automática ’empatía’ y ‘conducta social positiva’, es ignorar una de las caras más controvertidas de la empatía: cuando se utiliza para manipular a los demás.
La dimensión fría de la empatía, aquella que nos permite conocer el mapa emocional de otra persona sin conectar afectivamente con ella, permite tener una perspectiva estratégica sobre los demás, sus necesidades, inquietudes, sensaciones y modos de afrontamiento. Esta información, utilizada de manera interesada, puede terminar convirtiéndose en una potente arma para manipular y repercutir intencionadamente en los demás hacia una dirección u otra.
El conocimiento sobre dónde le duele más al otro, cómo puedes generarle un compromiso, cómo se activan sus claves de motivación, sus miedos y sus actitudes… es algo que solo puede obtenerse con un grado de empatía suficiente, y utilizarse interesadamente si esa empatía es una empatía fría o cognitiva.
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Empático: ni simpático, ni antipático
No estoy haciendo apología en contra de la empatía, para nada. Pero sí me parece interesante compartir las distintas dimensiones de esta capacidad humana que nos permite representar en nosotros mismos los niveles emocionales de la otra persona, bien como un mero dibujo, bien como una experiencia que somos capaces de vivir en nosotros o bien como una reacción que nos hace padecer los niveles emocionales ajeno.
Cuando me formé en Coaching hace unos años, me pareció inspirador el enfoque de la empatía como una forma de sintonizar con el otro de una forma afectiva y responsable, no reactiva, que permitía acompañar y apoyar a las personas y los grupos. No se trataba de generar un sentimiento incondicionalmente o naturalmente positivo, eso sería simpatía. Tampoco de reaccionar negativamente ante el otro, eso sería antipatía.
La empatía estaba en el centro, en el punto que nos permite la comprensión, la aceptación de la persona y la salvaguarda de nuestra autonomía y propia gestión emocional (esto último esencial para acompañar a los demás de manera responsable).
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Dice la profesora Elena Gaviria Stewart que “Todos nacemos con tendencias altruistas y agresivas, y serán nuestras experiencias a lo largo de la vida las que hagan que desarrollemos y expresemos más o menos cada una de ellas” (dicho en “Cuaderno de Investigación en Psicología Social”, Ed. Sanz y Torres, en un artículo que ha inspirado este Post).
Será nuestra propia madurez emocional, esa que nunca se acaba de alcanzar porque es un proceso continuo a lo largo de nuestra vida, la que nos permitirá interpretarnos y gestionarnos a nosotros mismos, para conocer adecuadamente a los demás y gestionar nuestras relaciones.
Cuidar de uno mismo es esencial para poder dar calidad en nuestras relaciones. En función a lo bien que estemos con nosotros mismos, estaremos en condiciones de dar lo mejor. La empatía, si solo contribuye a embarrar nuestras emociones en función a cómo estén los demás, terminará por agotarnos, por agotar al otro y a largo plazo acaba poniendo distancia entre las personas.
De nuestra mentalidad de abundancia, esa que genera comportamientos beneficiosos con consecuencias sociales favorables para todos, dependerá que nuestra empatía fría no sea una actuación al propio interés o a la manipulación interesada.
Sirva este post para reflexionar que hasta las actitudes y capacidades aparentemente más positivas y aceptadas, pueden ser el mejor traje del ‘lobo’ para comerse a ‘caperucita’. Hasta la empatía tienen su lado salvaje…
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Procesos y Aprendizaje
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La empatía peligrosa
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Recuerdo un caso cercano en el que, un joven fraile de una conocida Orden limosnera murió de sufrimiento porque, en su extrema dedicación a los enfermos, él veía a Cristo en cada uno, y no pudo soportar al cabo de los años tanta carga emocional. Recuerdo que yo le decía que procurara ver al paciente, al enfermo, al necesitado, y que acudiera a Cristo para reconfortar su entrega solidaria, pero… la historia tuvo otro final.
Un amigo socorrista de piscina me indicaba que nunca debería permitir el presunto “ahogado” me agarrase, que le entrara por detrás para no hundirnos los dos y poder salvarlo.
Siempre he pensado que la empatía positiva es aquella que te permite ayudar sin sufrir excesivo daño, pues el objetivo debe ser poder seguir manteniendo una entrega solidaria.
Gracias David por permitirme opinar
Benito… este Blog es tu casa, así que permítete opinar y escribir lo que quieras!!
…realmente es un placer leer tus comentarios, todos cargados de aprendizajes.
De corazón, Gracias!
David
Muy interesante. Me ha hecho reflexionar y plantearme actitudes que a priori de buena fe, pueden ser nocivas para los que me todean y para mi. Muchas gracias
Gracias a ti Joan,
…créeme que la reflexión es compartida. Ahora nos toca convertir estos pesnamientos en acciones efectivas, hacia los demás y hacia nosotros mismos.
Un saludo, feliz día, gracias a ti por tu atención y tu comentario.
David