A veces la mala leche se disfraza de sinceridad. Es así.
Cada vez que alguien se vanagloria de ser una persona sincera, de decir las cosas como son, me echo a temblar. Y es que una cosa es lo que dices y otra cómo lo dices, y es que las personas somos eso: lo que decimos y cómo lo decimos y las íntimas intenciones que tengamos detrás de cada palabra las que le dan el verdadero sentido a al mensaje (ojo, me refiero a las íntimas intenciones, las de verdad, esas que a veces ni tú mismo/a eres capaz de reconocerte y ponerle palabras).
Y es que, no nos engañemos, ‘aunque la mala hostia se vista de seda, en mala hostia se queda’, y la sinceridad, quizás, no tenga mucho que ver con decir “LA VERDAD”.
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La amenaza
Ese tono de decir las cosas…. de una forma directiva y contundente. Esa manera de hablar con la que te pretendes AFIRMAR, así, en negrita y en mayúsculas. Ese tono de voz que no tiene maneras de grito pero que suena sólido como una roca llena de aristas, ese tono que se articula incluso en una reunión de amigos, en una sobremesa, o en una presentación ante extraños, ese tono de voz que sabe a juramento sobre uno mismo y que dibuja en el aire un “YO SOY UNA PERSONA MUY SINCERA”…¡ay!…
…con ese tono de voz: ¿De qué me estás avisando?
¿De que en cualquier momento puedes lanzarme una bomba nuclear con tus palabras?, ¿de que no vas a cuidar tus modos de expresarte sobre mí?, ¿de que no vas tener ninguna contemplación a la hora de comentarme lo que no te gusta de mí? (por cierto, ¿también lo que sí te gusta?)… esa forma de sinceridad que sabe a amenaza…
…¡ay!… mira que todos tenemos milagrosa capacidad de convertir como el agua en vino, la virtud en vinagre.
Cuando la sinceridad se viste de amenaza, o de torpe defensa, o la usas para poner límites en tus relaciones, ojo… porque se te nota.
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El sarcasmo
Cuando las maneras de expresarnos, los tonos y los gestos expresan lo contrario de lo que dicen las palabras que verbalizamos, entonces nuestro mensaje se transforma en ironía, o en el peor de los casos transmutan en sarcasmo.
Reconozco que yo soy fan de la ironía, pero no del sarcasmo. La ironía me parece una de las expresiones más lúcidas y creativas de la inteligencia, me encanta: expresar lo contrario de lo que se dice haciendo valer un todo de voz determinado o un gesto que cambiará el sentido del mensaje (es brillante), la ironía es el arte de la insinuación y activa los mapas mentales propios, ajenos, haciendo funcionar las neuronas. Vestir la sinceridad de ironía puede resultar incluso elegante.
El sarcasmo no me mola. No. Para mí el sarcasmo es el ‘arma química del lenguaje’, funciona igual que la ironía (cambiando la entonación y los gestos para darle otro sentido a las palabras), solo que la intención del sarcasmo es la de ridiculizar, humillar, insultar, o encerrar desagrados, quejas y pesimismos.
Mientras la ironía es una manifestación de la inteligencia, para mí, el sarcasmo es una manifestación de la crueldad o la mala intención.
Con la ironía puedes articular tu sinceridad, con el sarcasmo tu mala leche o tu amargo pesimismo. Tú verás…
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El descuido
Otra forma de maquiavélica sinceridad es el “descuido intencionado”. O dejar caer las cosas. O decirlas de pasada. O decir lo que se piensa escondido entre los párrafos de tu discurso, de manera explícita, que parece que se dicen inadvertidamente pero que termina permaneciendo como una espinita clavada e incómoda para quien lo escucha.
El descuido que no es descuido, que es más una intención camuflada, que no es ni ironía ni sarcasmo, que se dice con el tono de voz correcto y adecuado. Palabras aparentemente inofensivas pero con una significación emocional lo suficientemente relevante como para aguijonear los sentimientos de quien recibe el mensaje.
Esta sutil forma de decir lo que se quiere expresar, escondiéndose bajo el descuido, camuflando las intenciones, posibilita al emisor asegurar eso de “jamás quise decir lo que estás interpretando que dije”, y no tendrás ninguna prueba que rebata su argumento más que las sensaciones en ti despertadas por ese ‘velado’ mensaje, vamos, que eso que realmente se dijo entre líneas y se te quedó clavado siempre serán cosas tuyas…
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La verdad
La verdad que es que todo esto que te cuento es ‘mi verdad’, y no “LA VERDAD”, y te estoy siendo sincero, porque cuando uno es sincero en realidad no dice ‘LA VERDAD’ si no ‘su verdad’.
Ser sincero es decir lo que se piensa, lo que se cree, lo que se siente…, me resulta peligroso confundir esto sobredimensionando nuestra visión de las cosas y de las personas hasta darle categoría de “verdad” más allá de nosotros. Imponiendo nuestro enfoque e interpretación del mundo como ‘certeza’.
La sinceridad es mostrar y compartir nuestra verdad, una verdad real pero personal, una verdad que nos vale para interpretar y movernos por el mundo… pero en ningún caso podremos dar por supuesto que esa verdad es “LA VERDAD” única y universal.
Me gusta pensar en la “sinceridad” como una forma de honestidad, de autenticidad, más que como una forma de decir “LA VERDAD”.
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El dilema: ¿La sinceridad es siempre “efectividad”?
Tampoco tengo claro, en esto de las relaciones interpersonales, de la interacción con los demás, hasta qué punto es efectivo ser siempre “sincero”. No me refiero a “falsear” la realidad, no, no hablo de eso. Tampoco me refiero a actuar fuera de lo que somos. No. Me refiero a decir lo que se piensa siempre, a toda costa, a todas las personas…
…me explico, imagina que tengo un conflicto con mi hermano y decido compartirlo con mi madre. Imagina que la entidad del conflicto es tal, que no será fácil de afrontar, que es doloroso y que intuimos que se terminará solucionando. Imagina también que mi madre, al escuchar el problema, entra en carga emocional, sufre, pasa de la tranquilidad al insomnio… ¿Cuánto de efectivo resultó ser sincero en este caso?… es un dilema, es una cuestión de ética personal que lejos de resolver solo quiero compartir contigo…
…que una cosa es ser sincero y otra ‘meter mierda’, que una cosa es ser hipócrita y otra ser inteligentemente emocional a nivel de relaciones personales… sin perder la esencia, sin perder lo que eres…
…ahí te lo dejo, ahí lo llevas.
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Procesos y Aprendizaje
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La sinceridad, la mala leche y la verdad
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Tengo un “amigo” que presume de decir las cosas como las piensa y, además apostilla que quien no le acepte así, no es su “amigo”, con lo que la duda surge siempre que hay que quedar para vernos, pues se hace incómodo.
Desde que empecé a tropezarme en la vida fui comprendiendo que lo más importante no era decir la verdad, sino el dónde, cómo y cuándo debo exponerla. Hoy puedo afirmar que eso es lo más difícil, pero lo más efectivo para equivocarte menos.
Mantener el equilibrio entre la verdad y “tu” verdad, que parece lo mismo pero no lo es, cuesta mucho, pues debes vencer la pedantería, la autosuficiencia, esa dignidad rara que nos inventamos cuando nos sentimos ofendidos, etc. y que da paso fácilmente a lo que dice nuestro querido David, sobre el sarcasmo, la ironía, el descuido intencionado, y tantas otras formas de demostrar tu propia estupidez, pero al fin y al cabo somos humanos y no “dioses”, y con mucha frecuencia todos lo demostramos, aunque reconozco que unos más que otros. Saludos y buen día
Benito, qué bueno, qué bueno leerte!! Gracias por tu comentario, pero sobre todo por tu reflexión y por frases del tipo “lo más importante no era decir la verdad, sino el dónde, cómo y cuándo debo exponerla”, inspirador. Feliz día!!
David Barreda
¿Y cómo actuar cuando la cobardía y la prepotencia de disfraza de mala leche?
Hola Esther!
…ufff, interesante pregunta Esther… lo primero que se me viene ante lo que comentas es “no entrar al trapo” [idea que me apunto en este momento para escribir otro post], si entramos al trapo estamos perdidos y rendidos ante el otro. Lo segundo que pienso es que ‘cobardía’ y ‘prepotencia’ son dos dimiensiones diferentes que a mí (esto que te comento es opinión personal) me cambiarían el enfoque de la situación, incluso cuando van unidas, [me apunto también esta idea]…
…no creo que haya fórmulas mecánicas, que se puedean aplicar en este sentido. Quizás, lo más efectivo sea tratar de no perder nuestra ‘autonomía emocional’ para poder decidir y que no sea la otra persona quien nos marque la pauta emocional, en otras palabras, no entrar al trapo…
…oye, me acabas de inspirar un par de post más (¡gracias!),
Un saludo y muchas gracias por dejar tu comentario por aquí!
David