Nunca ha sido tan fácil seguir la trazabilidad de nuestra curiosidad, almacenada en los historiales de nuestros buscadores y aplicaciones digitales… con un poco de perspectiva, mirando digitalmente hacia atrás, casi se podría reconstruir la evolución de nuestros intereses, preocupaciones, sueños, proyectos, trabajos, aficiones…
Algunas generaciones tenemos dos periodos históricos bien diferenciados “a. de C.” y “d. de C.”, esto es, “antes de la Computerización” y “después de la Computerización”.
El primero es difuso, borroso, intenso, orgánico… y se acomoda (como puede) en nuestra memoria.
El segundo es más nítido, secuenciado, identificable, constatable, específico … y encuentra acomodo en nuestra memoria y en soportes externos.
Me gusta vivir en la ilusión de nadie vaya a perder su tiempo en hacer una arqueología digital de mi historia para saber quién soy, qué me gusta, de dónde vengo, con qué me emociono, me enfado, me entusiasmo, qué me saca de quicio o captura mi interés… no sé, no creo… aunque sí se podría hacer (de hecho lo hacen los algoritmos, que ya empiezan a tomar algunas decisiones por mí aunque yo no lo sepa)…
Antes tenías que conocer a una persona para saber su historia, hoy puedes saber la historia de alguien antes de conocerla. Esto puede ser una ventaja competitiva o adaptativa, o un hecho que es conveniente asumir, que vivimos con unas reglas del juego diferentes a las de a. de C. y que determinan la forma de apoyarnos, enemistarnos, enamorarnos, cuidarnos, apreciarnos… en base a unos inputs digitales previos… que siempre serán interpretado por nuestros sesgos y creencias nuestra propia perspectiva de la vida.
Antes tenías que interactuar con una una persona para conocerla y hoy puedes conocerla antes de haber interactuado con ella… con el peligro de dedicarnos mayormente (e inconscientemente) a evaluar si se confirman o defraudan las expectativas que nos hemos construido previamente.
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