#citaciega
“…sus éxitos no le pertenecían,
era lo que lo hacía grande…”
De Historia de un sacacorchos, Fátima M. Roldán
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Una de las cosas que cada día tengo más claras en esta etapa de aprendizaje de mi vida, a nivel profesional, es la importancia de la propuesta de valor.
Da igual que estés trabajando por cuenta propia o por cuenta ajena, da igual el tipo de vinculación contractual que tengas o que ahora mismo estés buscando empleo u ocupación… es lo mismo, da igual… tal y como está el panorama actual, la propuesta de valor que cada uno de nosotros sea capaz de representar es lo que marcará la diferencia y nos posicionará como opción preferente (en nuestro contexto profesional).
La propuesta de valor es el conjunto de beneficios que se puede esperar de ti, concretamente de lo que haces, de tus productos profesionales y de los servicios que prestas. En otras palabras, ¿Qué se gana teniéndote a ti en un proyecto, un equipo, una empresa,…?
Pero la movida, con todo esto de la Marca Personal y su proceso (cuando se mal interpreta), es que en ocasiones se puede llegar a confundir ponerse en valor con “creerse valioso”, utilizando con toda la intención el verbo “creerse”. Me refiero a aquellos casos en los que todavía se sigue confundiendo ponerse en valor con ‘sacarse brillo a uno mismo’ en una especie de ejercicio público de onanismo profesional.
Para mí, hay tres dimensiones en la propuesta de valor profesional/personal, siendo todas necesarias para que la propuesta sea completa y efectiva.
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Poner en valor lo que haces
Es eso, poner en valor lo que haces… porque lo que hagas ya te pondrá en valor a ti sin necesidad de que lo subrayes de ninguna forma. Cuestión de valores y elegancia.
En primer lugar es necesario que tomemos conciencia de en qué consiste nuestra propuesta de valor. Esto no es sencillo, y es un proceso… repito PRO-CE-SO, en el que paradójicamente debemos de dejar de pensar en nosotros para pensar fundamentalmente en las personas a las que nos dirigimos. Curioso ¿no?
No será tu ‘cara bonita’ lo que genere valor, será o bien tu capacidad de facilitar la superación determinados bloqueos a tus clientes, empleadores o beneficiarios, o bien tu capacidad de contribuir significativamente en aquello que los suele hacer triunfar. Piensa en aquellos conflictos no resueltos en los que tu participación es de utilidad, en aquellos procesos técnicos, sociales o emocionales que pueden verse mejorados con tu presencia y acción, en aquellas necesidades abiertas que tienen correspondencia con tus competencias…
Y todo esto, además, debe ser concreto y específico. Hay que ponerle nombre y apellidos a nuestra propuesta de valor, no dejarlo a interpretaciones, debe ser descriptiva y fácil de entender. Es necesario e imprescindible hacer un ejercicio para clarificar sin ambigüedades qué es lo que hacemos para ser resolutivos.
¿Qué haces? ¿Cómo lo haces ? ¿Qué mejoras? ¿Qué inventas?… dime exactamente cómo me vas a facilitar la vida.
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Poner en valor al proyecto, cliente o empresa
Pero además de todo lo anterior, que ya de por sí nos hace valiosos, es esencial considerar que no estamos solos en el universo y que o bien formamos parte de un equipo, o de una red, o bien trabajamos para otras personas y entidades.
Es una virtud saber poner en valor a las demás personas y estructuras que participan del proyecto en el que se desarrolla tu propuesta de valor. Es indiferente que trabajes por cuenta propia o ajena, al fin y al cabo necesitas a alguien a quien facturar o de quien esperar la nómina, y si con tu presencia y acción ellos se capitalizan de alguna manera será una prueba de la valía de nuestra Marca Personal
También te haces valioso cuando haces valioso al contexto que habitas y en el que te desarrollas. Tanto en cuanto a resultados, como en cuando a los procesos, los tiempos y las relaciones que lo conforman.
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Poner en valor a los beneficiarios o usuarios finales
Por último, salvo que estés tratando con clientes finales (en cuyo caso nos remitimos al apartado anterior), siempre habrá unos beneficiarios o usuarios finales de nuestro trabajo.
A veces tendremos ocasión de verlos y tratar directamente con ellos, otras veces indirectamente y en otras no les veremos el pelo… aún así, es esencial considerar que (siempre) están ahí.
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Te pongo un ejemplo: si a mí me contrata una entidad para impartir una formación, además de ponerme en valor a mí y a la empresas que me contrata, forma parte de mi propuesta de valor poner en valor también a esas personas que participan como alumnos y alumnas en ese proceso formativo.
Es entonces cuando se completa el tiro a tres bandas y mi propuesta de valor termina de cerrar el círculo. Reflexiona, a partir de este ejemplo, cómo puedes trasladar esto a tu realidad profesional… con un poco de imaginación verás como cambian los contextos pero se mantienen los roles.
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Valor, coherencia y consistencia
Toda esta movida no tiene porqué representar un triple trabajo. Si hemos diseñado nuestra propuesta de valor de manera coherente lo uno nos llevará a lo otro, esto es, el que nosotros nos pongamos en valor generará como consecuencia que pongamos en valor el contexto en el que participamos, y a su vez, a las personas que allí se encuentran o se benefician del mismo.
El resultado, además de los propios del Personal Branding (ser conocidos, reconocidos, memorables y elegidos), será el de transmitir una consistencia natural, que generará seguridad en los demás, que se acabará transformando en confianza… una confianza que es el elemento clave de toda Marca (personal).
Recuerda, todos somos prescindibles… pero también únicos, irrepetibles e irremplazables… y esto, que ya representa un valor de por sí, se verá multiplicado por tu capacidad de hacer brillar el camino en el que se marca tu huella y las personas que lo transitan.
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Procesos y Aprendizaje
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Marca Personal: una propuesta de valor ‘valiosa’
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Imagen de Prawny vía Pixabay
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Estupendo el artículo, David, siempre cuando pienso en cualquier proceso de influencia social, de relación, procuro tener una visión sistémica y ecológica del mismo por lo que me faltarían algunos niveles macro, que creo importantes a la hora de una propuesta de valor, no solamente ser valiosos para nuestros clientes, empresa o el propio servicio, nuestra propuesta debe ser valiosa para nuestra profesión, sector, barrio, red, comunidad, sociedad, humanidad, el mundo.. Muchas implicaciones no solo prácticas sino también éticas.
Muchas gracias por el artículo.
Gracias Pedro!
…ya te contesté en LinkedIn. Y es que estoy de acuerdo contigo, 100%, aunque el post se centra más en la acción que en el propósito (que creo que es a lo que te refieres).
Un abrazo,
David
Trabajando así: partiendo de una reflexión previa sobre tu propio trabajo, dando como resultado una propuesta de valor (Inciso: me recuerda mucho al Canvas personal), el trabajo adquiere una dimensión completamente distinta, pues deja de ser un medio para convertirse en un fin, en un proceso continuo que deja huella en los demás, pero sobre todo en uno mismo: la huella de un desarrollo profesional con sentido y valor.
Estupendo post, David: estas “sembrao” compañero.
Gracias Pedro!
…es verdad, es el canvas personal, me alegro que te resulte de utilidad… me gusta eso que has puesto de “la huella de un desarrollo profesional con sentido y valor”… sigo pensando que tenemos más afinidades que distancias en el modelo de entender el desarrollo profesional.
Un abrazo amigo!
David