#citaciega
“…se veía diferente,
con aquella camiseta tan chula,
comprada en aquellos Grandes Almacenes…”
Soy un crak, Fátima M. Roldán
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Quizás sea por la percepción de que existen pocas oportunidades. O por la percepción de que, en cierta medida, todos somos “un poco más de lo mismo”. O por lo uno y por lo otro, que conjugado de manera inadecuada suele ser bastante descorazonador.
También puede ser por el derecho que todos tenemos a reivindicarnos personalmente, y manifestar nuestra identidad. Derecho absolutamente legítimo y diría yo que hasta necesario… por una cuestión de autoconcepto, de autoestima…
…el tema es que necesitamos diferenciarnos. Algunos más, otros menos. A nadie le hace gracia parecer una fotocopia de nadie.
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La necesidad de diferenciarnos
Si te diferencias será más sencillo localizarte entre la multitud homogénea, para lo bueno y para lo malo, así que el proceso de diferenciación necesita tanto de un propósito como de una estrategia. Los más punkies dirán que no hace falta estrategia, pero hasta los más punkies tienen estrategias (aunque no las tengan en un papel).
Vayámonos al ámbito estrictamente profesional. Es una idea bastante lógica tal y como están las cosas que, como dice Andrés Pérez Ortega, “si eres uno más, serás uno menos”.
Posicionarte adecuadamente en la mente de tu cliente y/o empleador se antoja clave si quieres ser recordado cuando alguien demande esas competencias que tú tienes y que tú te has encargado de manifestar. Competencias que tú te habrás preocupado de matizar con respecto a otras (similares) que pudieran cohabitar en tu mismo sector, mercado o ámbito… y así, finalmente, ser elegido bien para un trabajo, un encargo o lo que sea. Es cuando el hecho de la diferenciación nos ha resultado valioso.
Sé que es un reto encontrar el modo adecuado de diferenciarnos adecuadamente, haciendo visible tu propuesta de valor, manteniendo tu autenticidad, sin caer en extravagancias y sin terminar creando un personaje. Todo un proceso, complejo pero accesible, que requiere de una serie inversiones, recursos y energías.
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Categorías
Pero hoy no quiero centrarme en cómo diferenciarnos. Hoy quiero llamar la atención sobre lo difícil que resulta diferenciarse, ya no por la complejidad del proceso, sino por la inercia que tenemos las personas para categorizarlo todo. Algo natural, automático e inevitable.
La categorización es un proceso mental por el cual se agrupan objetos, personas o acontecimientos que se perciben como equivalentes (Tajfel y Wilkes, 1963). Es un proceso que nos permite simplificar la realidad. La realidad está llena de estímulos, atender a todos ellos nos resultaría imposible, así que cuando categorizamos activamos “un proceso cognitivo bastante automático que permite procesar gran cantidad de información de forma rápida y eficaz” (Prof. Elena Gaviria). Fragmentamos la realidad en categorías, algo mucho más manejable.
“Cuando categorizamos hacemos más sencilla la realidad social” (Prof. Ángel Gómez), y de manera inevitable y por pura efectividad, etiquetamos y clasificamos también a las personas creándonos grupos mentales según las afinidades que percibamos entre ellas.
La categorización, es un proceso que también nos sirve y nos facilita generar nuestra propia identidad social. ¿En qué grupo me veo? ¿En qué grupo quiero estar? ¿En qué grupo quiero que me vean? ¿A qué grupo quiero pertenecer? ¿Por qué? ¿Para qué? …cuestiones que de manera más o menos consciente, explícita o implícitamente, todos nos terminamos formulando.
[…por cierto, los que digan que a ninguno, porque ellos son únicos, irrepetibles y que van por libre… ya pertenecen a una categoría, la de “los que son únicos, irrepetibles y van por libres”, lo siento…].
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La diferenciación imposible
Lo bueno de la categorización es que nos hace más asequible el manejo de la realidad, su interpretación. Lo malo, pues que engullimos los detalles y obviamos los matices. Lo jodido, pues que nuestro cerebro parece que prefiere la vía rápida a la vía meticulosa… y esto nos puede hacer pasar por alto detalles relevantes. Es automático, así que o bien estás bien entrenado (y aún así no estás exento de generalizar) o poco escape te queda de esta tendencia a categorizar.
Claro, teniendo en cuenta lo anterior, parecería imposible que pudiéramos diferenciarnos ya que tanto por iniciativa propia, como por percepción de los demás, siempre nos estaríamos o nos estarían acomodando en un grupo u otro.
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La clave: criterios y los estímulos
Entonces, ¿dónde está la clave para, aún siendo categorizados, poder diferenciarnos y diferenciar?
Parece ser que los criterios y programas mentales que utilizamos para categorizar son dinámicos y se adaptan al contexto, algo necesario, más aún cuando vivimos en un entorno tan cambiante. Esto es, lo que hoy pertenece a una categoría y es relevante para nosotros, mañana deja de serlo. Cuestión de supervivencia.
Así, teniendo en cuenta esto, y teniendo en cuenta que (nos guste más o menos) vamos a ser categorizados por los demás, es necesario hacer un ejercicio para reconocer y contrastar en qué categoría me veo yo, y a qué categoría me asocian los demás. Desde ahí, podremos ponerle nombre y apellidos a aquellos criterios que definen estas categorías de referencia, ya que son esos criterios los que en última instancia nos están definiendo socialmente.
Pero además de esos criterios, es importante considerar los estímulos que proyectamos y que nos hacen ser percibidos de una determinada manera. Nos ajustamos a una categoría social porque emitimos unos estímulos que responden a unos criterios, que nos terminan colocando en un determinado lugar.
Los criterios no están en nuestra mano, pero la gestión de los estímulos que emitimos sí. Aunque no tengamos garantías de cual vaya a ser la percepción última que generemos, es innegable que sobre el proceso de gestión de aquellas señales que emitimos tenemos mucho que hacer.
…y es que, dentro de cada categoría, hay subcategorías… y dentro de cada subcategoría, referencias… así que más allá de la inevitable categorización a la que nos vemos sometidos y sometemos a los demás, podemos apoyarnos en esos criterios y estímulos para hacer más fuertes y sostenibles aquellos matices que nos interesen.
Todos sabemos que no es igual estar en una categoría u otra, o dicho de otra forma, ser considerado de una manera u otra, dentro de tu propio sector o ámbito de trabajo.
Por tanto, no estaría mal cuestionarnos de vez en cuando…
- ¿En qué categoría me veo?
- ¿En qué categoría me ven?
- ¿Qué criterios definen esa categoría o categorías?
- ¿Qué estímulos emito para ajustarme a esos criterios?
- ¿Estoy satisfecho? ¿Hay algún ajuste conveniente que quiera llevar a cabo?
- …¿?…
[Para desarrollar la idea de este post, he utilizado el libro ‘Introducción a la Psicología Social’ de Elena Gaviria y otros autores, que me ha servido para considerar las referencias que he nombrado]
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Procesos y Aprendizaje
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La diferenciación imposible
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Imagen de laterjay, vía Pixabay
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