Suele ser ésta época del año un momento de determinar propósitos y objetivos que nos orienten en los próximos meses. Como si la llegada del año nuevo fuera el genio de la lámpara al que podemos solicitarle nuestros deseos. Bueno… no está mal si se sabe usar bien la estrategia.
Como dice la cita “no hay viento favorable si no sabemos dónde queremos ir”, por lo que tener claros los objetivos y las metas nos posibilitan una “navegación” coherente y con sentido. Un objetivo se convierte en la piedra angular del edificio que vas a construir, por lo que una buena definición y concreción del mismo es la esencia de cualquier proyecto que vayas a desarrollar (personal o profesional).
Por otro lado ¿hasta qué punto decidimos nosotros nuestros propios objetivos y hasta qué punto se filtran las expectativas de los demás en nuestros deseos? A veces, peligrosa e inconscientemente, definimos nuestras metas en función a lo que los demás esperan de nosotros, lo que significa abonarse a vivir una vida que no es tuya, basada en el cumplimiento de unas expectativas ajenas… (hace falta valentía+humildad para darse cuenta de ello…).
Es importante además, tomar conciencia de que “los objetivos no se cumplen solos”, que determinar la meta es solo el primer capítulo, siendo necesario decidir los siguientes pasos (concretos) que vas a dar hacia ella…, el primero, el segundo, el tercero… ¿qué vas a hacer?¿cuándo?
Y por último… la importancia de cumplir tus promesas. Un objetivo, un propósito que te marcas, es una promesa que te haces. Incumplir una promesa es faltar a tu palabra, faltar a tu palabra es “perder valor”, y “perder valor” es sentirse mal, dañar tu autoestima… restar energías.
Así que, mucho ánimo y mucho acierto con los deseos que nos hacemos para este año que entra. Sueña y construye tu sueño con acciones.
El mío: “que tengas la energía necesaria para cuidarte… y para cumplir con tu palabra”
¡Mucha felicidad!
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