Como decía a S. Covey, “saber hacia dónde vamos, ayuda a comprender dónde estamos y los pasos que dar en la dirección correcta”.
A veces, cuando todo el presente parece un desierto, y el ahora está demasiado turbio de desesperanza, puede ser un buen momento de utilizar una de las capacidades humanas más alucinantes que tenemos: la imaginación.
Cerrar los ojos y visualizar dónde quieres estar, qué quieres tener, y dibujar mentalmente el camino desde el presente al futuro deseado puede ser una curiosa estrategia.
No sé si al final consigues lo que has imaginado o no…, da igual, lo cierto es que se nos abren puertas, caminos que a lo mejor no veíamos con los ojos abiertos centrados en lo que tenemos delante, …lo cierto es que nos invitamos a movernos en una dirección… y ahí está lo interesante.
Quizás ese sea el peso importante de tener claros tus objetivos: nos sirven de referencia para avanzar con un rumbo.
Un buen rumbo, definido por ti, es una palanca emocional que te activa y te capitaliza de energía. ¿Dónde quieres estar?+¿Qué quieres?+¿Para qué lo quieres?
Tener claros tus objetivos no satisfacen tus necesidades básicas, pero te proponen un movimiento que puede ser definitivo en ese mismo sentido.
Feliz travesía!
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