No trates a los demás como te gustaría que te traten a ti. ¿Por qué los demás tendrían que soportar tus preferencias en el trato?… ¿Qué motivos te llevan a pensar que “como te gustaría que a ti te traten”, es exactamente “como le gustaría a la otra persona ser tratada”?
A ver, todo esto que comento debe entenderse desde la dimensión del sentido más humano, me explico: hay ciertas líneas que en ningún caso deberíamos traspasar. Son las líneas del RESPETO, la ACEPTACIÓN y RECONOCIMIENTO DE LA DIGNIDAD intrínseca de todas las personas (que no está mal recordar, de vez en cuando, y que conforman una serie de derechos y obligaciones universales). Ahora bien, consideradas éstas líneas intraspasables…
Trata a los demás como les gustaría ser tratados…
…porque no hay dos personas iguales. Porque a unos les gusta el café y a otros el cola-cao, y ni una cosa ni la otra son lo “mejor del mundo”. Porque lo más cómodo (esto es, lo que más se ajusta a mí) no es siempre lo más efectivo en el campo de las relaciones. Porque tratar al otro como le gustaría ser tratado es una muestra de consideración hacia la otra persona.
No se trata de adaptarnos constante y sistemáticamente a los “caprichos” de la otra persona, utiliza tu asertividad…
Una cosa es “considerar a la otra persona” y otra muy distinta es “considerar lo que la otra persona quiere”, y en mi caso, opto por lo primero: “te considero, te respeto, te acepto… pero tengo derecho a decirte que NO”. Decir un “NO” ajustado a nuestros valores está genial, por un lado es un acto íntimo de respeto hacia nosotros mismos, y por otro lado es un acto de respeto hacia la otra persona porque has valorado su enfoque y has tomado una decisión propia… decirle al otro que “sí” sitemáticamente es un acto de mercadeo barato que acaba saliento caro (para todos)…
Tratar a los demás como les gustaría ser tratados es tomar en consideración a esa persona…
…y conectar con ella, es un acto puro de empatía. Ponerse en el lugar de ella, saber qué piensa y siente. Es subrayar la existencia de los otros en nuestras relaciones, o dicho de otro modo: dejar de automatizar las relaciones y VIVIRLAS en el momento en que éstas ocurren.
Las generalizaciones nos limitan, y limitan…
Maslow ya nos dijo que generalizar es frenar el crecimiento y desarrollo de nosotros mismos y el de los demás. Bien es cierto que nuestro cerebro tiene la necesidad de simplificar un mundo tan complejo como éste, y agrupar los millones de estímulos que recibimos para fabricar categorías que nos permitan movernos con más soltura. El problema es cuando solo actuamos en función de esas categoría, de esas etiquetas, obviando “los detalles” que marcan la diferencia y nos distinguen de los demás. Y nos perdemos las “rarezas” que nos hacen tan grandes…
El mundo no eres tú…
…ni eres el centro del universo, ni todo gira entorno a ti. El mundo no eres tú, ni siquiera es como lo ves, como lo oyes o como lo hueles. El mundo no es así. El mundo que tú conoces está absolutamente sesgado por tus sentidos, experiencias, vivencias…, esto no es ni malo ni bueno, siempre y cuando no tomes como “única” tu visión de la realidad.
…pero tú eres parte del mundo…
…así que tienes dos opciones: o vivir en tu burbuja, o te acercas a otras dimensiones del mundo en el que vives. Averigua, explora, cuando estés con alguien, cuando participes de tus relaciones: cómo es el mundo de la gente con la que te relacionas, cómo lo ven, cómo lo oyen, cómo lo huelen… es un ejercicio asequible a todos, y sus efectos son poderosos: callar tu pensamiento por un rato, ampliar tu percepción, generar nuevas respuestas y abordar las relaciones con una actitud más sana.
…disfruta de ti, a través de la experiencia del otro.
…esto parece muy metafísico, pero simplemente se trata de ESTAR con la persona que ESTAS.
En definitiva, no trates a los demás como te gustaría que te traten a ti… trata a los demás como les gustaría ser tratados… y si no, ¿Cómo te gustaría que te traten… cómo realmente quieres, o cómo el otro decida según sus esquemas?… para muestra un botón:
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