Seguro que has oído hablar del “síndrome de la rana hervida”, y si no, pues para eso está un servidor, aunque lo primero que tengo que advertir es que ninguna rana ha resultado herida o perjudicada como consecuencia de la preparación y redacción del presente post, y que única y exclusivamente me baso en lo que he leído de varias fuentes y no en haberlo probado experimentalmente (que por cierto, ningunas ganas tengo, la verdad).
Venga, al grano. “Dicen” que si pones una cazuela de agua al fuego, esperas a que empiece a hervir y cuando el agua está en plena ebullición arrojas una rana viva dentro de la cazuela, el animal (probablemente lanzándote los mayores improperios ‘raniles’ que pudieran existir) salta inmediatamente fuera de la cazuela huyendo de tal infernal baño.
Por el contrario, si metes la rana viva dentro de una cazuela de agua a temperatura ambiente la rana no salta, se queda en el agua. Si en esas condiciones encendemos el fuego y comenzamos a subirlo lentamente la rana se va adaptando a esta subida de temperatura gradual, poco a poco, sin darse cuenta de que llegado un momento el agua estará tan caliente que ella misma empezará a cocerse. Será demasiado tarde, la rana acabará hervida.
.
Cuando “nunca pasa nada” o “todo va bien”
El “síndrome de la rana hervida” es una metáfora que nos puede dar mucho juego para entender y comprender cómo llegamos a ciertas situaciones. Son contextos en los que estamos inmersos y a los que nos vamos adaptando a sus fluctuaciones de manera inconsciente, la mayoría de las veces porque carecemos o perdemos la perspectiva necesaria.
Este “síndrome de la rana hervida” es muy gráfico en contextos laborales en los que un jefe tiene a su cargo a un equipo. Este equipo, por no desagradar al superior, siempre termina informándolo positivamente para no hacerlo enfadar, no preocuparlo, que no pueda sospechar que hemos hecho algo mal, o simplemente por miedo… su equipo prefiere decirle que “no pasa nada” o simplemente que “todo va bien” más allá de lo que en realidad esté ocurriendo. De esta forma el jefe vive en una falsa burbuja que le distorsiona la realidad, las respuestas le vienen filtradas por estas intenciones y quizás cuando se dé cuenta de cuál es la auténtica situación el agua ya esté lo suficientemente caliente y este jefe hervido.
No te quepa duda, la responsabilidad en el caso anterior es del jefe, quien en su estilo de liderazgo probablemente no construyó el tipo de relaciones que permiten la confianza y seguridad necesaria a la hora de afrontar las contingencias naturales que en cualquier proyecto nos acontecen, y por otro lado, tampoco bajó del despacho a la calle a ver qué se cocía por allí (nunca mejor dicho), en definitiva, su contexto iba subiendo de temperatura y no fue consciente de ello hasta que entró en ebullición y terminó con él.
…vamos ahora a llevar esto a nuestra vida, más allá de que seamos o no jefes/as o directivos/as…
.
¿Te cueces o te enriqueces?
La pregunta no es coña, piénsalo, porque tu contexto puede estar cociéndote o puede estar enriqueciéndote, y en ninguno de los dos casos solemos ser conscientes de ello…. hasta que dejas de enriquecerte o ya estás cocido, momentos en los que sentimos una especial añoranza por el pasado (cuando nos enriquecíamos…, o cuando aún no nos habíamos hervido del todo y estábamos al dente y con alguna posibilidad de salvarnos).
¿En qué te cueces? ¿Qué te agota? ¿Qué te va desgastando poco a poco? ¿Qué te está dejando con cara de macarrón pasado y solitario danzando sin ritmo en una olla de agua hirviendo? Cuando tu cara de macarrón hervido te delata… algo pasa.
…sabes, para mí lo más peligroso no son las grandes contingencias que inesperada (o esperadamente) nos puedan acontecer. Cuando nos enfrentamos a una contingencia de peso es como cuando nos echan al agua hirviendo… somos muy conscientes del cambio brusco y peligroso de temperatura, e independientemente de nuestra reacción [asunto del que no es objeto este post]… lo cierto es que reaccionamos, bien con sorpresa, bien con bloqueo, bien pasando a la acción o bien buscando apoyos…
…para mí lo más peligroso son esas cositas del día a día, las rutinas invisibles que conforman nuestra vida y que pasan desapercibidas pero dejando un contundentes surco que nos va marcando. Son los “tengo que…” que llenan nuestra agenda, la física y la emocional, de granitos de arena que parecen que no están pero crujen en el suelo cuando los pisamos y nos incomodan. Son los “me molesta…”, porque cada molestia es una fuga de energía, un agujero negro de nuestros motivos (los engulle todos), nos distraen, nos cabrean… nos sacan de nuestro sitio.
La gestión de los “tengo que…” diarios, la gestión de los “me molesta…”, la gestión de todas aquellas pequeñas cosas que de una manera inconsciente e invisible hace que nuestros días sean más espesos, más pesados. O lo afrontamos, o serán el caldo en el que nos acabemos cociendo.
Y el primer paso no es otro que activar nuestro termostato emocional.
.
Nuestro termostato emocional
Técnicamente un termostato es un mecanismo que forma parte de un sistema de control, que cierra o abre un circuito llegado a una determinada temperatura. Es el aviso de que el sistema debe activarse, entrar en suspensión o apagarse.
Estar en un nivel de conciencia pleno, de todo lo que te está pasando, durante todo el tiempo, además de imposible colapsaría nuestro sistema nervioso. Así que es natural que en el desarrollo de nuestros días perdamos el enfoque y la perspectiva, de hecho, las personas funcionamos más como un barco, siempre rectificando el rumbo y bregando con corrientes y vientos, que como un tren de recorrido fijo y programado.
Imagino que cada uno sabrá que tipo de termostato emocional deberá instalarse, y si no lo sabe es trabajo de cada uno procurarse la manera de saberlo. Lo que sí necesita nuestro termostato es de una serie de características que nos despierte la conciencia y nos conecte con nuestra realidad.
Cualquier señal que ponga de relieve en nuestra vida malestar, nerviosismo, inquietud, o esa sensación de que “algo no marcha bien” serán elementos magníficos de nuestro termostato emocional, porque precisamente esa sensación te está indicando que tu termostato ya ha empezado a funcionar.
Revisa tu nivel de ensimismamiento, tu nivel de sonrisas, tu nivel de agradecimientos (…me refiero a eso de dar las gracias, perdir las cosas por favor y tal…), la calidad de tu tiempo con la gente que se supone que te importa, tu grado de insatisfacción con tu día a día, cualquier cosa que nos haga tomar conciencia de qué inversiones son las que estamos haciendo en nuestra vida y para qué las hacemos.
Aunque simple y llanamente… a veces es suficiente con tener a gente que te diga la verdad, que te diga cómo te ve, cómo ve tu contexto… libre de juicios e intereses personales. Gente que te haga salir de tu ‘escuela de calor’…
Muy bueno!! Genial leerte!! Muchos besos
Gracias Inma!! 😉
@davidbarreda_db
Enhorabuena David por el post, excelente!! Al leerte he recordado una cita que me gusta mucho: “No es la montaña delante de ti lo que te fatiga. Son los granos de arena en tus zapatos” – Robert Service
Un abrazo
…me quedo la frase!
Un abrazo!!
@davidbarreda_db