Recuerdo, hace tiempo, que alguien me contaba la vida de otra persona. Daba la casualidad que esa persona de la que se hablaba era bastante conocida por mí, o mucho más que bastante para ser más ‘preciso’, y lo que escuchaba no coincidía en absoluto con los hechos de los que directamente yo tenía conocimiento.
– No me cuadra- comenté con prudencia y sin dar más detalles.
– Bueno, es lo que me han contado– sentenciaba mi interlocutor, evadiendo toda responsabilidad y asumiendo, como seguidamente me explicaba, que la versión narrada estaba en la calle, y si estaba en la calle sería por algo…
No sé qué me pareció más triste: si el conocimiento de un rumor sobre alguien que aprecio, lo grotesco del mismo, o haberlo escuchado de otra persona a la que también aprecio.
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Reconozco que para mí, esta anécdota fue una toma de conciencia directa sobre el daño que se puede hacer a alguien (al que incluso puedes no llegar a conocer) en la distancia y de manera gratuita.
Y es que existen muchas formas de ejercer violencia contra los demás, o de contribuir a su destrucción alimentando su desprestigio. Y ni siquiera me refiero a cuando iniciamos un rumor, me refiero a cuando simplemente le damos un pequeño toque para que siga rodando como una pesada piedra que puede terminar aplastando a quien se cruza en su camino.
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Esa necesidad de darnos una explicación…
…del mundo que nos rodea, de las cosas, y de las vidas y conductas de otros, cuando se hace en base a suposiciones puede despertar nuestro lado más tóxico de la manera más sutil.
A mí me hace mucha gracia (una triste gracia, valga la paradoja) cuando se habla de ‘gente tóxica’, un concepto muy recurrente y cómodo porque: ‘gente’ viene referido a ‘otras personas’; nos simplifica las ‘relaciones más complejas que podamos estar viviendo’; y nos exime de responsabilidad a la hora de afrontar nuestras interacciones más complicadas e incómodas. A mí eso de la ‘gente tóxica’ me parece una forma muy moderna de echar balones fuera y fomentar la victimización de quien usa ese enfoque, qué quieres que te diga.
En mi más personal opinión, el día que tomemos conciencia de que no existe gente tóxica sino ‘relaciones tóxicas’, ese día, habremos alcanzado un grado de madurez emocional que nos hará más libres, más independientes e incrementará nuestra autoestima como reflejo de nuestra capacidad de gestionar esas relaciones de la forma más adecuada que estimemos en cada momento (lo que no significa para nada plegarse condescendientemente a ninguna tiranía o chantaje de nadie).
También el día que reconozcamos nuestro grado de toxicidad, quizás ese día también generemos más responsabilidad sobre lo que hacemos y lo que decimos, considerando que una palabra nuestra, bastará para matarle…
…joder, y como no tirar la primera piedra está muy barato, y a sabiendas que la nuestra ya se nos camuflará entre el resto, hay ciertos ‘pecados’ demasiado accesibles (como el de la rumorología), pero que con un poco de perspectiva nos acaban retratando.
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Lo que tus palabras dicen de ti
Cada vez estoy más convencido de que ‘las personas somos lo hacemos y cómo lo hacemos’, y en clave de comunicación ‘somos que decimos, y cómo lo decimos’ (encerrando la forma en la que dices las cosas, el verdadero significado de tu mensaje).
Que en nuestras conversaciones aparezcan otras personas es algo absolutamente natural, pero que nuestras palabras se estructuren en base suposiciones de signo negativo se desvía de lo saludable. En ese momento, te guste o no, y aunque estés hablando de otra persona, también estás gestionando ‘la huella que dejas en los demás’ siendo tus palabras las que te posicionan en una determinada manera de relacionarte.
A veces pienso que una ‘suposición expresada sobre otra persona’ te pone en evidencia sobre tu forma de ver el mundo y el tipo de necesidades que pudieras tener abiertas. No creo que sea por casualidad que necesitemos echar mano de creencias o rumores para llenar nuestras conversaciones.
Por otro lado, cada vez más consciente de la importancia de nuestras relaciones, me resulta muy interesante cuestionarme cuáles son los valores que articulamos en nuestras conversaciones, quizás darnos cuenta de ellos pudiera ser una forma de autoconocimiento que nos permita avanzar hacia lo que realmente queremos ser o dar de lado lo que no nos gusta de nosotros para nada.
Y todo esto cuando paradójicamente, sin tener ningún interés, facilitamos que el rumor circule. Que otra cosa distinta es cuando nos encontramos en contextos en los que podemos ser más susceptibles de iniciar, a modo de desahogo, esos comentarios en desprestigio hacia la otra persona.
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Cuando el desahogo aguijonea, no es desahogo, es mala leche
Uno de esos contextos que facilita la aparición de rumores son los cabreos.
Es famosa la cita de Aristóteles que dice que cualquiera puede enfadarse, por lo sencillo que resulta enfadarse con alguien, lo que resulta complicado es “enfadarse con la persona adecuada, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto”.
Cuando la emoción del enfado se crece en carga emocional y va transformándose en ira, antes de estallar es bien recomendable descontextualizarse (vamos, salir de donde estés, tanto física como mentalmente) y expresar este sentimiento a alguien antes de que te reviente y la onda expansiva suponga daños mayores, esto es: desahógate.
Expresar nuestra carga emocional nos enfría la emoción, hacerlo de manera saludable nos relativiza el sufrimiento, al mismo tiempo que hacerlo de manera viciada, esto es corrompiendo el desahogo con matices mal intencionados, nos genera una especie de enquistamiento que termina transformando la ira en rencor y a ti en esclavo de ese rencor.
Te lo voy a decir de otra manera: siendo el desahogo necesario y saludable, no es igual desahogarse que meter mierda. Lo primero te libera, lo segundo no cierra la carga emocional, condiciona a quien te está escuchando y termina esclavizándote aún más.
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Carne picada (de ser humano)
Como siempre, nada de esto es ciencia, vamos, que lo que te cuento y comparto contigo son un puñado de reflexiones y pensamientos, absolutamente subjetivos y totalmente cuestionables.
Posiblemente los rumores funcionen como “armas de destrucción personal” (lentas e invisibles), con las que los mismos que se defienden (posiblemente de sus miedos y carencias) son los mismos se mueren y se agotan ‘en su propia mala leche’… aún sin ser conscientes de ello… y piénsalo bien, nunca es hora de suicidarse.
Que nuestras conversaciones no sean conversaciones de carnicería en las que esperamos que nos sirvan nuestro kilo de carne picada (humana)… que como dicen Love of Lesbian…
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Las malas lenguas tiran de otras muchas más
y ‘presuponen’ siempre, es un juego fatal,
aunque su infamia esconda parte de verdad.
…
Pueden confundirnos y al final ganar,
y te advertiré, nos influirán.
Si el trayecto sigue y esta nave va,
¿qué más da, qué más da, qué más da?,
¿qué más da, qué más da, qué más da?
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Procesos y Aprendizaje
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Las malas lenguas
Fue Winston Churchill quien sentenció eso de “quien habla mal de mí a mis espaldas mi culo contempla” y tenía razón, pero ello no anula el daño que un “chismoso” puede hacer, con o sin intención aviesa.
Hoy, que vivimos en y con el escenario de la telebasura, el cotilleo bajo, el mundano, tiene encaje en nuestra ciudadanía, pero lo peor es que también ha alcanzado cotas que llegan hasta los parlamentarios en búsqueda de su ansiado voto. El todo vale permite escuchar despropósitos espeluznantes en una mente medianamente cultivada, pero como va dirigido a esa población intelectualmente desfavorecida, no hay nada que se diga que no lleve su intención.
Depreciar a alguien es fácil hoy en día, pues se reflexiona poco, yo diría que casi nada, salvo ciertos especimenes en vías de desaparición, de ahí que debemos leer este artículo de David Barreda con sumo interés e intentar estar prevenidos.
Muchas gracias Benito!!!
Me quedo con “…el todo vale permite escuchar desproósitos espeluznantes…”.
Un abrazo, feliz semana y seguimos conectados!!