Hace unos días asistí a un evento en el que escuché a un experto, hablando sobre el desarrollo económico de un determinado sector (de vital importancia para mi provincia) la expresión “yo, que ya vengo de vuelta de muchas cosas,…”, bueno, y lo que seguía ya no tuvo mucha importancia para mí…
…por un lado porque el escalofrío que sentí al oír estas palabras pudo con mi atención y el efecto de las mismas desmoronaron mi interés, sustituyéndolo por una tristeza que me resultó incómoda y algo frustrante. Nuestro cerebro es más listo que nosotros, y no elige las expresiones por casualidad, es más, a veces habla más de lo que nosotros mismos quisiéramos.
Y es que si “ir de vuelta” es un auténtico problema para uno mismo, cuando alguien ocupa una posición de liderazgo esta circunstancia se convierte en un problema para la colectividad a la que le gestiona los recursos.
Todo esto me ha hecho reflexionar estos días y me he preguntado en varias ocasiones si yo me sentía “de vuelta” en algún sentido o sobre algún tema. Lo cierto es que me doy cuenta que cuando así ha sido, normalmente me he perdido algunas experiencias o a algunas personas, bloqueando mi propio aprendizaje y desarrollo con una leves y suficientes gotitas de soberbia bajo la forma “yo ya vengo de vuelta en esto”… y joder, no, me doy cuenta y no, no quiero estar de vuelta en ningún sentido…
Y tú, ¿sientes que vienes de vuelta sobre algo?
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Una manera de estancarse
Cuando creemos que venimos de vuelta de algo, creemos que ya lo sabemos todo sobre ese ‘algo’. Pensamos (íntimamente) que nuestra capacidad de previsión sobre las cosas es infalible con respecto a ese tema, así que anticipamos, buscamos cualquier aspecto que confirme nuestra ‘presumida sabiduría’ y descartamos el resto de variables minusvalorándolas, pasándolas por alto, rebatiéndolas (a veces con una velada soberbia, que se hace explícita en nuestras conductas y expresiones).
Cada vez estoy más convencido que cuando comenzamos a saber sobre un tema, cuando nos convertimos en expertos sobre algo, nuestras oportunidades de aprendizaje están precisamente en lo que no vemos, en lo que está pero aún nos es invisible, y que fundamentalmente tienen su puerta de entrada en aquellas cosas que ‘pasamos por alto’… perdemos sensibilidad para aprender y encontrar otras perspectivas sobre nuestro propio conocimiento.
Es entonces cuando nos estancamos, damos por cerrada la edición de nuestra particular y personal enciclopedia sobre las cosas, sin dar oportunidad a incluir nuevos términos y experiencias. Ya lo sabemos todo, todo lo que puede y/o podría ocurrir.
Realmente esto es algo que me pone los pelos de punta, sobre todo si consideramos que una de las características de nuestro mundo actual es el cambio constante, y de nuestra época el cambio de paradigmas, ahora en pleno proceso de transformación. No mostrarse sensible a este contexto, o simplemente pensar que podemos “estar de vuelta” sobre algo me parece una temeridad en todos los sentidos.
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Sin curiosidad no hay aprendizaje
Cuando creemos que venimos de vuelta de algo, creemos que ya nada o pocas cosas nos pueden sorprendernos sobre ese ‘algo’. Y quizás, si algo nos sorprende, lo mismo nos tiramos el farol con un “ya lo sabía” o “me lo podía imaginar”…que si uno tiene la chulería de pensar que viene de vuelta, también la tiene para torear la “sorpresa”.
El problema es que cada vez que anulamos nuestra capacidad de “sorprendernos” estamos echando una manta sobre cualquier estímulo novedoso, y cada vez que tapamos la novedad (bien porque la ignoremos, bien porque la evitemos, bien porque no la sepamos provocar) estamos ahogando la curiosidad, y sin curiosidad no hay aprendizaje.
Perder nuestra “curiosidad” es ponerle barreras a nuestra creatividad. Perder nuestra curiosidad es cerrarnos al aprendizaje, conformarnos con el punto en el que estamos. La curiosidad es una patada en el culo hacia delante. La curiosidad es un grupo de tus neuronas con ganas de marcha. La curiosidad es una toma de conciencia de que el mundo que conoces es demasiado pequeño y lo quieres agrandar. Sin curiosidad no hay aprendizaje, sin aprendizaje no hay evolución.
…y sí, la curiosidad mató al gato, pero la satisfacción lo resucitó.
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Cómo arruinar el valor de tu experiencia sobre las cosas
Cuando creemos que venimos de vuelta de algo, nos creemos mucho más grandes que nuestra propia experiencia y todo el conocimiento que tenemos acumulado. Como si hubiéramos atrapado esa sabiduría en una jaula y pudiéramos disponer de ella.
Nos sentimos poderosos, hacemos ese conocimiento pequeño, no lo dejamos crecer, no lo oxigenamos. Lo marchitamos, lo exhibimos como una pieza de caza, lo sintetizamos de tal manera que dejas en el camino ‘detalles’ que para los demás, y para ti mismo, son vitales a la hora de sacarle rendimiento y optimizar esa experiencia.
Probablemente, cada vez que “vengas de vuelta” de algo estés arruinando el valor de tu experiencia, estés descapitalizando tu propio conocimiento y a ti mismo delante de los demás. Conviertes a tu experiencia en una “experiencia ciega”, cristalizada y no dinámica… desde la que poco valor se puede generar, y poca utilidad se pueda rescatar.
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Dale ‘una vuelta’
Cuando creemos que venimos de vuelta de algo, y tenemos la fortuna de ser consciente de ello, quizás lo mejor será ‘darle una vuelta’ a ese síntoma, porque quizás sea eso, un síntoma de que probablemente hayamos desconectado de aquello de lo que creemos saberlo y conocerlo ‘todo’.
Es momento de revisión, de reconexión, de cambio de estrategias, y en algún caso, por qué no… de dar un pasito al lado para dejar la autopista despejada a otras pesonas que todavía “van”, que todavía tienen la curiosidad necesaria para dinamizar sus descubrimientos, su experiencia y ponerla en valor para ellos y para otras personas.
Cuando sentimos que ‘venimos de vuelta’, algo se nos está apagando, algo se nos está esfumando y de manera inconsciente estamos quemando nuestra biblioteca de conocimientos y experiencias, y como te descuides terminarás pensando como dice la canción que “Sí, el futuro ha sido vendido…”, (the universal, blur), y no, el futuro lo vendes tú cada vez que ‘vienes de vuelta’.
O seguimos alimetando y generando curiosidad, o seguimos viviendo como aprendices, o terminaremos atrapados en nuestra propia pobreza.
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Procesos y Aprendizaje
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Cuando vienes ‘de vuelta’…
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Pienso que uno está “vivo” cuando su mente está en permanente evolución y no porque mantenga los ojos abiertos, y para que la evolución exista debes tener objetivos nuevos e ir a buscar las herramientas precisas para alcanzar la meta prefijada. “Estar de vuelta de todo” no es una frase afortunada, en eso también estoy de acuerdo con David, pero quizás quiso decir que tenía mucho camino recorrido y experiencia acumulada. Un saludo cordial
Me encana la frase que dices ‘uno está vivo cuando su mente está en permanente evolución y no porque mantenga los ojos abiertos’.
Por otro lado, Benito, creo que las personas somos ‘lo que decimos y como lo decimos’, y fue esto último, el tono de voz, la actitud y la falta de autocrítica ante las aportaciones de los demás lo que me elicitó la reflexión y me llevó a escribir el artículo.
Un abrazo!!
David!
·”Cuando vienes de vuelta…” delante de un auditorio te estás hinchando como un pavo y dándote auto-bombo, un pecadillo venial. Esto no es lo peor, lo peor es la faceta que tu resaltas, cuando de verdad crees que lo sabes todo, el despreciar los futuros aprendizajes, te incapacita para vivir, para escuchar, para enamorarte, para sentir en definitiva, una verdadera tristeza.
Estupendo el artículo. Saludos. y feliz semana.
Gracias Pedro,
Precisamente lo que comentas es lo que pretendo expresar con el artículo. Es cuestión de conciencia y de reconectar contínuamente con nuestra capacidad de aprendizaje.
Un abrazo, feliz semana!!
David Barreda