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Me acojona especializarme

David Barreda 12 noviembre, 2015
túnel

Me acojona especializarme, lo reconozco… ¡ea!, ya está, ya lo he dicho.

Bueno a ver, más que especializarme lo que me acojona es dejarme algo atrás, o perderme alguna oportunidad (oye que la cosa no está para decir que solamente te dedicas a apretar tuercas, que algún tornillo que otro también he apretado).

…y lo peor de todo es que conforme voy dando pasitos, tomo conciencia de la importancia que tiene ocupar un sitio claro en el catálogo de soluciones de nuestros clientes, empleadores, etc., y de como el hecho de promocionarnos a través una excesiva oferta de competencias por nuestra parte puede despistar a quien examina nuestra candidatura, más aún si esas propuestas están salpicadas de alguna que otra experiencia vaga y/o descontextualizada.

…pero vamos, que lo de que me acojona va en serio. Y te puedo asegurar que podemos formar un buen club los que compartimos este temor. Aunque también te digo que a pesar de ello, no vamos a dejar de sacarle punta a ‘lo que sabemos hacer’ para escribir fino, acertado y en el lugar adecuado.

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El problema del apego

Es que nos encantan las cosas. Acumular cosas. La sociedad del tener. Nos mola. Nos mola porque ‘nunca se sabe’, (joder con el ‘nunca se sabe’), así que mejor no tirar nada y acumular cualquier título y experiencia que se nos presente, enseñándolo todo a todo el mundo, todas las veces que podamos.

Y lo que pasa, que con el tiempo le cogemos cariño a lo que vamos amontonando en nuestro histórico profesional, sea lo que sea. Mira, yo en los meses de noviembre y diciembre del año 92, mientras cursaba 1º de carrera hice un curso, se llamaba “Curso básico de introducción a la Comunidad Europea”, de 40 horas. ¿Me cambió la vida?, pues no, pero era el primero.

¿Saben ustedes el cariño que le llegué a coger con el paso de los años a ese curso?… a ese certificado con mi nombre escrito a máquina por el Secretario de turno, con esas líneas dobladas, las firmas a boli, un papel más grande y fino que un A4, con sus sellos de la universidad y un aspecto de documento súper importante de la segunda guerra mundial…. [es que lo he ido a ver ahora para asegurarme de la fecha y eso, dos lagrimones se me han caído]… ¿Saben ustedes el conflicto que llegó a representar para mí quitar ese curso de mi CV con todo lo que significaba? ¡¡era mi primer curso, joder!!, ese curso me hizo sentir UNIVERSITARIO, me hizo sentir mayor, ya podía hablar con propiedad de la Comunidad Europea… era brutal… (a ver, lo reconozco, tampoco hablé mucho en esa época de la Comunidad Europea con nadie)… pero bueno, para mí tenía un valor bastante importante. Seleccionador o seleccionadora que no entienda esta circunstancia, seleccionador o seleccionadora que no tiene corazón. Es así.

…y me paro aquí, porque ni os cuento el dramón que pasé cuando borré el de “Derechos Humanos en América Latina”, era como si estuviera traicionando a todo un continente… me sentía súper cómplice de todos los crímenes allí cometidos, pero bueno, lo quité a pesar de tener serias dudas de en qué tipo de persona me estaba convirtiendo quitando aquello de mi CV.

El tema es que nos apegamos, nos apegamos a nuestras formaciones, a nuestras experiencias, las acumulamos cayendo en un especial Síndrome de Diógenes con todo nuestro bagaje, que acaba pesando, demasiado pesado en una sociedad demasiado líquida.

Una sociedad en la que nos avisan de que la agilidad y nuestra capacidad de reacción y de poner en valor lo que tenemos es de vital importancia, y con tanto en la mochila, no nos engañemos, la tarea se nos complica.

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Encontrar “el hueco”

En alguna ocasión he caído en el error de mirar qué hueco queda libre para, dentro de mi rama profesional, definirme según ese criterio.

Un desastre oye. Es lo mismo que cuando buscamos un trabajo pensando en el puesto que queremos como en el recorte exacto de nuestro perfil, como si alguien lo hubiera recortado pensando en nosotros incluso antes de conocernos y en el que encajaremos como un guante. Absurdo.

Pues en la misma línea, tampoco podemos pretender que ante nuestros ojos se nos abra una autopista profesional expedita y no transitada por nadie, en la que nuestras competencias puedan circular a toda velocidad, cara al viento, pioneras y golosas para los que requieran de nuestros servicios…

…vamos, que esperar encontrar el sentido de nuestra especialización a modo de revelación manifestada ante nuestros ojos no es muy efectivo que digamos. Buscar qué es lo que queda libre nos puede acabar desesperando, tratando de encajar forzadamente nuestras competencias en ‘huecos encontrados’, como si jugáramos al Parchís con unas manoplas.

Me funciona más mirar qué sé hacer, cómo lo sé hacer, para qué sirve lo que hago y dónde es útil. Esto es, conocerme, y dentro de este conocimiento saber qué es lo que mejor se me da, qué tipo de necesidades puedo satisfacer con ello, qué tipo de problemas son los que resuelvo, a quién/es se los resuelvo y cómo puedo conseguir que me asocien a ello.

No es fácil, no es imposible, pero te puedo asegurar que este ejercicio de autoconocimiento es un ejercicio muy sano y conveniente para sistematizar todo ese bagaje del que hablaba antes.

Como dicen los espirituales la respuesta está en tu interior, y no cómo decía Dylan (el cantante),en este caso la respuesta no está flotando en el viento.

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El valor y la extravagancia

También creo que el valor de uno, lo que al final te acaba diferenciando, además de que el producto o el servicio esté bien definido, es el personal modo en el que cada uno y cada una hace las cosas. Tu estilo, tu manera, la forma en la que tienes de hacerlo.

Tampoco me resulta fácil esto, pero bueno, están leyendo a un tipo que le costó borrar de su CV lo del curso de la Comunidad Europea y el curso de Derechos Humanos, así que tampoco me tomes muy en serio ‘las dificultades’…

Lo que no veo para nada es, al objeto de ponerte en valor y diferenciarte, caer en alguna extravagancia cuyo efecto será ‘señalarte’, sin más. No me mola, al final te puedes acabar convirtiendo en una caricatura de ti mismo si pones todo el foco en diferenciarte a costa de lo que sea (he visto gente que hace ‘coaching para mascotas’ o incluso ‘coaching para ligar’ to-ma-ya!).

Casos como el de Gary Dahl hay pocos, el tipo ganó fama y dinero vendiendo “piedras-mascotas”, las cuales vendía en una caja de cartón con su agujero para que pudieran respirar, incluyendo un nido para su desarrollo y las instrucciones para adiestrarlas y enseñarlas a sentarse o estar quietas. Así, podías tener tu propia mascota con la seguridad de que no se te iba a morir, algo muy rentable, [esta referencia es de un artículo de Tino Fernández que tiene mucho que ver con este post].

Generar valor no debería ser sinónimo de “significarse a toda costa”, ser único ya lo somos (no hay dos personas iguales), el reto quizás esté en saber cómo gestionar nuestra identidad profesional y darle visibilidad, quizás ese sea el mejor proceso posible de desarrollo de nuestra Marca Profesional.

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La polivalencia y la ambigüedad

¿Cuándo se convierte la polivalencia en ambigüedad?

Nos han metido el valor de la ‘polivalencia’ en vena. Tanto, que durante muchos años hemos tratado de presentarnos a los demás con el mayor abanico de herramientas posibles. Ahora recibimos mensajes de lo importante que es ‘posicionarse’ con unas competencias bien definidas y que no den lugar a error, esto es, que vayamos ‘al grano’ desalojando toda la paja posible.

El salto de una perspectiva a otra nos remueve, precisamente porque implica dinamitar una creencia firmemente elaborada durante mucho tiempo que nos hacía presentarnos como una de esas navajas suizas que sirven para todo… (¿menos para cortar?), también es verdad que la mayoría de los accesorios de este tipo de navajas ‘están’ pero nunca se usan, y quizás por aquí vayan los tiros.

No caímos (no caemos) en la cuenta de que en muchas ocasiones ‘más es menos’. Que echamos en la maleta más ropa de la necesaria, que al final vamos demasiado cargados como para seguir el ritmo actual de las cosas… y que probablemente tengamos que optimizar el equipaje que llevamos. En otras palabras, quedarnos con las funciones que realmente usamos, nos definen, y nos funcionan.

Cuando querer ser profesionalmente polivalentes nos hace caer en la ambigüedad tenemos un serio problema.

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Cuestión de facilitar la lectura

…y quizás al final sea “solo” eso, cuestión de facilitar la lectura. Y el entrecomillado que acabo de poner va con toda la intención, porque este proceso no es gratis y requiere de una considerable inversión de esfuerzo y tiempo.

Me refiero a facilitarle la vida a quien se dirija a nosotros, que nos pueda leer bien, cómodamente, que con inmediatez sepan qué hacemos, qué beneficio pueden obtener contando con nuestra personal forma de trabajar, cómo vamos a transformar nuestro trabajo en impactos medibles, específicos, tangibles y accesibles.

En definitiva, que nos sepan interpretar adecuadamente, en las distancias cortas y en las largas, utilizando todos los medios online y offline que tengamos a nuestro alcance, y presentarnos con las incógnitas despejadas, eliminado todo el ruido y las interferencias de nuestra propuesta profesional.

No es fácil, sobre todo cuando nos hemos ido ganando la vida participando en una variedad de proyectos, pero tampoco es imposible. Será también cuestión de encontrar los denominadores comunes a todos esas competencias que recurrentemente hemos ido articulando.

En definitiva, toca especializarse, y el reto está en encontrar la mejor forma posible de hacerlo, optimizando todo el bagaje que hemos ido acumulando. Buena suerte!!

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Como dicen The Specials, …deja de perder el tiempo, mejor piensa en tu futuro, es momento de que te reivindiques…

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