A mí no me gusta equivocarme. Ni soy de esos que van celebrando por ahí sus fracasos. No soy un fan de los fracasos, la verdad, aunque en muchas ocasiones parezca lo contrario.
De hecho, si me permites la ironía y la irreverencia, siempre me despistó esa famosa cita de Samuel Beckett que decía eso de “Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor.”, que tomada en toda su literalidad… [“jejejeje” -> risa traviesa].
El tema es que por mucho que no me guste equivocarme, pues eso, no suelo ser de los que encesta a la primera; es más, pronto aprendí que la vida estaba llena ‘canastas altas’ y de ‘tapones’, algo que hoy, con mi 1’66, tengo perfectamente asumido por lo que no me genera ninguna carga emocional decir que el baloncesto no es lo mío (por mucho que me trabaje las creencias, la actitud positiva y lo que te dé la gana…que no, y no pasa nada).
…no obstante, y sin hacer apología del fracaso, sí que me hubiera gustado haberlos optimizado más, haber rentabilizado mejor algunos de los tropiezos con los que me he ido topando.
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La parte caliente del fracaso
Que conste que me parece un acto de cinismo decirle a quien ha fracasado, en plena carga emocional, que ese fracaso es una de las mejores cosas que le van a pasar en su vida. Es como decirle a quien se acaba de quedar sin trabajo de una forma traumática que “crisis”=”oportunidad”…oye, y ello sin victimizar ni pasar la mano por el lomo a nadie. Ni una cosa, ni la otra.
Sí creo que en esa parte caliente del fracaso, cuando estamos en carga emocional difícilmente vamos a tener claridad alguna para optimizar nada o elegir cuál pudiera ser el mejor aprendizaje sobre lo ocurrido.
Una carga emocional es la experimentación de una emoción a un nivel de intensidad que difícilmente podemos controlar. En el fracaso, este sentimiento puede transformarse en enfado, tristeza, ansiedad, hostilidad, culpa o vergüenza… o alguna combinación en este sentido.
…en la parte caliente del fracaso las autopistas del aprendizaje se nos bloquean. Solo cuando conseguimos enfriar la situación, ganamos en claridad para afrontar lo ocurrido y, en el mejor de los casos, transformarlo en nuevas estrategias a futuro. En este sentido, decía Wiston Churchill, que “el éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”, nada más y nada menos.
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Mis primeros pasos…
Aprendí a andar cayéndome, y nadie me castigaba por ello. Probablemente ni yo mismo. Si me hubieran castigado cada vez que me caía aún estaría desplazándome a gatas. Eso sí, apuesto a que no me hacía ni puñetera gracia dar con el pañal en el suelo… pero se ve que seguí intentándolo… 😉
Imagino que la combinación de todas esas experiencias (caídas, mis papás sujetándome, el agarrarme a los muebles, el mejorar mi equilibrio…), hicieron posible que con los meses pudiera caminar. Construimos nuestro propio conocimiento, metabolizando y dando sentido a nuestras propias experiencias, sean del tipo que sean.
Y nuestras experiencias están cargadas de hechos que confirman lo que sabemos, y hechos discrepantes que ponen de manifiesto nuestras ideas erróneas sobre algún aspecto, estrategia, reto o circunstancia que se nos presenta.
La facultad de tomar conciencia de nuestras propias ideas erróneas, aceptándolas sin resignación y con apertura, es directamente proporcional a nuestra capacidad de aprendizaje y de generar nuevos recursos para lo que en el futuro pudiéramos encontrarnos.
Precisamente son las ideas erróneas las que activan los procesos reflexivos sobre nuestra forma de encarar la vida o lo que tengamos entre manos en cada momento. Procesos reflexivos que muchas veces vivimos más como una ‘amenaza’, que como un recursos de aprendizaje.
La dirección que le demos a nuestro pensamiento ante cada hecho discrepante que ponga de manifiesto una idea errónea, marcará la diferencia a la hora de sacarle partido a nuestra capacidad de aprendizaje y agrandar nuestra propia concepción del mundo, ampliando nuestros recursos y nuestra capacidad de decisión.
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Más allá del fracaso…
Dice el psicólogo Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, que “el dolor del fracaso es dos veces superior a la felicidad del éxito”, me flipa la frase y personalmente me arroja mucha luz sobre cómo he podido vivir muchos fracasos en mi vida y cómo los he dejado de rentabilizar centrándome en el dolor y en la pérdida del resultado que me hubiera gustado obtener.
Quizás sea soberbia, vanidad, orgullo o las tres cosas a la vez, pero mal vamos cuando dejamos que cualquiera de estos sentimientos nos deslumbre sin dejarnos tomar conciencia de cada idea errónea que se nos presente. Igual ocurre cuando caemos en el lamento continuo de cada error cometido.
La trampa de dejarnos engullir por el debate sobre lo ‘competentes o incompetentes que podemos llegar a ser’, nos despista y nos hace perder la información realmente útil que la falta de respuesta favorable nos está aportando. Cómo cuando un equipo pasa el tiempo discutiendo entre sí mientras no dejan de meterle goles.
Amenazados, la mayoría de las veces por nosotros mismos y las expectativas de los demás, malgastamos demasiados recursos en cuestionarnos nuestras capacidades, dejando de atender a los hechos, nuestra percepción sobre los mismos y las decisiones que tomamos, en un sentido productivo y efectivo.
Quizás esto tenga que ver con estar más obsesionados en corregirnos, fiscalizarnos y tratar de pronosticar nuestra vida, que en ‘aprender’ para ‘desaprender’, y volver a ‘aprender’ con toda esa información nueva que nos aporta cada hecho discrepante y cada idea errónea.
No es fácil, no es imposible. Pero no tener en cuenta cada idea errónea que generemos, es una forma de ahogar uno de los más potentes recursos de aprendizaje de los que disponemos.
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Aquí te dejo un video que describe muy bien la relación que tienes con tu capacidad de aprendizaje, justo cuando te das cuenta que la has perdido…
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Procesos y Aprendizaje
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El poder de las ideas erróneas
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Interesante articulo. Un cambio de actitud ante los errores que cometemos nos aportaría una gran fuente de conocimiento. Los errores son inevitables y yo diría, que necesarios. Tomar la vida como un aprendizaje continuo y tener la certeza que toda experiencia es enriquecedora, hasta las mas dramáticas, aunque eso sea dificil de entender en él momento.
Muchas gracias David.
Hola Elena, muchas gracias por dejar tu comentario!
Comparto tus palabras, y bien es cierto que de hasta las experiencias más dramáticas pueden ser enriquecedoras, aunque necesitemos su tiempo para aceptarlas, metabolizarlas y extraer su aprendizaje. No es sencillo, en ocasiones requiere más o menos tiempo, y siempre tenemos que invertir esfuerzos. El aprendizaje no es gratis….
…gracias por tu mensaje, gracias por la reflexión,
Un saludo,
David Barreda