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Entre lo que quiero y lo que necesito

David Barreda 18 abril, 2016
señal de cruce de línea ferroviaria

Creo que una de las peores confrontaciones que podemos tener las personas es esa  que enfrenta “lo que queremos” contra “lo que necesitamos”, batalla, que si la vivimos como tal “como una batalla”, no te quepa duda que la terminamos perdiendo, siempre, la enfoquemos como la enfoquemos.

Siempre hay un precio que pagar en este sentido, precio que será más alto cuanto más encarnizada sea esa lucha entre estas dos dimensiones que se nos enfrentan. Por contra, ese precio será menor, e incluso podrá transformarse en inversión si esa lucha termina con un buen “acuerdo de paz y conciliación”. No es fácil a veces, no es imposible.

La cuestión es que entre lo que necesitamos y lo que queremos se genera un lugar caracterizado por la parálisis, que será más aguda cuanto más tiempo permanezcamos allí como espectadores de nuestro propio dilema, agotándonos las energías y las iniciativas. Además, vivir esta confrontación como un cruce de caminos definitivo, crucial o vital es uno de los alimentos perfectos de nuestra inacción, ya que temerosos de tomar la decisión equivodada terminanos por demorarnos en exceso. Mientras, el tiempo pasa, nuestras competencias pierden tensión y la autoconfianza se nos pone a la baja.

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El nudo que nos ahoga

Si juntamos dos de las variables que más han caracterizado la sociedad en la que hemos vivido (y vivimos) en los últimos años, cortoplacismo y ‘resultadismo‘, la mezcla de estos dos elementos puede resultar explosiva de cara a afrontar el dilema “lo que necesito vs lo que quiero”.

Sí, reconozcámoslo, hemos mamado mucho cortoplacismo, mucho “lo quiero ya”, menguando nuestra tolerancia a la frustración (esa capacidad tan maravillosa que casi nos hace invencibles), y adulterando nuestra autodisciplina.

Por otro lado, también nos enseñaron (y llegada cierta edad nos dejamos enseñar) a tener el foco en el resultado. Como si el éxito se midiera ‘al peso’ y fuera algo que debiera ser reconocible para los demás.

De esta forma, descapitalizamos los procesos que nos permiten conseguir algo, incrementamos nuestra fragilidad haciéndola depender de unos resultados que la mayoría de las veces no dependen de nosotros, y lo peor de todo, nos pasamos la vida colgados de expectativas con la esperanza de que nos toque la lotería del destino y terminenos  de esquivar nuestros retos cotidianos y reales (los que nos terminarán forjando, engrandecerán nuestra experiencia y nos harán sentirnos orgullosos de cualquier logro que consigamos).

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Stop and go

Una de las cosas que más observo en mi trabajo es cómo, de manera redundante, me encuentro con personas atrapadas en ese lugar entre “lo que se necesita” y “lo que se quiere”, un lugar en cuya permanencia se genera miedo, inseguridad y falta de autoestima… y que se manifiesta en parálisis, tristeza y decepción. La parálisis en este sentido es demoledora.

Tomar conciencia de que quedarse en ese lugar mucho rato no es la mejor de las soluciones es el primer paso para reanudar la marcha. Hacer una gestión emocional de lo que nos está sucediendo, está genial. Al menos nos serviría para hacer una adecuada lectura de qué emociones están aflorando, qué sentimientos se están generando y cuál podría ser la mejor respuesta en esta circunstancia.

Aún así, una vez que tienes más o menos clara cuál es la mejor respuesta en este momento a este dilema, ten por seguro que si no la conviertes en acción, nada de lo anterior servirá de mucho. De nada sirve tener una buena lectura de tu posición en el mapa si no vas a dar ningún paso en ninguna dirección.

Todo lo que estoy diciendo es una obviedad, pero es sorprendente lo difícil que en ocasiones resulta iniciar ese movimiento que necesitamos. A pesar de todo el desgaste que nos está suponiendo quedarnos quietos e inmóviles.

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Una decisión, mejor que ninguna decisión

Recuerda que una decisión es mejor que ninguna decisión. Si tú no decides, ten por seguro que alguien decidirá por ti, o las propias circunstancias y su inercia te llevarán para u lado u otro, y ojo que cuando no eres dueño de tus decisiones, dejas de ser dueño de tu propia vida.

Considera que a veces, lo que necesitamos está más cerca de lo que queremos, y lo peor de todo es que esta circunstancia es muchas ocasiones ignorada, despreciada o vivida como un drama vital. Como si satisfacer tus necesidades más básicas fuera un sabotaje a conseguir lo que quieres. Absurdo.

Tampoco te estoy diciendo que conseguir lo que se necesite sea fácil o sea más accesible. Para nada. Ni que sea gratis. No, probablemente requiera trabajo, esfuerzo y tiempo… y sí, será un trabajo, esfuerzo y tiempo que no podrás dedicar a conseguir lo que quieres. Es así. Nuestro potencial es ilimitado, pero nuestros recursos no, nuestros recursos son escasos y de su gestión dependerá nuestra supervivencia.

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Todos los caminos llevan a Roma

Todos los caminos llevan a Roma, tienes que saberlo, lo que ocurre es que algunos son jodidamente largos y tortuosos. La cuestión es que, para empezar a andar, es conveniente escoger en primer lugar el camino que te va a aportar más seguridad y más recursos para afrontar el siguiente capítulo de tu vida.

Es posible que estés en disposición de apostar por “lo que quieres”, y tengas los recursos necesarios para ello. Estupendo. Vamos allá. De tu madurez, la que tengas y la que generes, dependerá tu gestión del camino, de tus tropezones, de tus logros y de sacar todo el aprendizaje posible a las cosas que te pasen. Aprendizaje que terminará por facilitarte la vida y que podrás reciclarlo para los contextos que menos esperes. Una pasada.

También es posible que tengas que abodar primeramente lo que necesites para conseguir lo que quieres. Ojo, en este caso no es que lo que necesites “se interponga” en tu objetivo, es que lo que necesitas será lo que terminará acercándote a tu meta, aunque tengas que dar un buen rodeo en este momento.

Nadie nos dijo que esto fuera fácil. Ni que íbamos a vivir en un escenario que nos facilitaría los deseos. Afortunadamente conservamos nuestra capacidad de decisión… sobre nosotros mismos, sobre la actitud más efectiva para afrontar el punto en el que estemos.

…puede que “lo que queremos” esté cerca, o puede que esté lejos. Puede que encontremos atajos o que tengamos que rodear la montaña de nuestras necesidades para llegar al destino deseado. En un caso u en otro, no confundamos el medio con el fin. El resultado con el proceso, la vida con el destino. Citando a Alfonso Alcántara, “te sientas como te sientas, haz lo que tengas que hacer…” o “…haz lo que tengas que hacer, pero dedícate encontrar lo que quieres aunque sea un minuto al día”.

Todos los caminos llevan a Roma… y es un arte saber verlo.

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2 comentarios

  • Benito A. de la Morena Carretero Responder 23 abril, 2016 at 12:24 pm

    Cada vez estoy más convencido que entre la felicidad que nos ofrecen Fray Leopoldo y D. Florentino, uno “conseguidor de almas y el segundo de dinero, es la segunda opción la que prevalece hoy en día y quizás en ello influya ese cruce de caminos que, como nos indica David, nos impide distinguir entre los que necesitamos y lo que deseamos. Llegar al equilibrio entre ambas opciones, creo que puede ser lo más conveniente, pero para ello sí que resulta necesario seguir las reflexiones indicadas para superar el miedo, inseguridad y falta de autoestima…, tomando las debidas decisiones para alcanzar el objetivo deseado y necesario.
    Como siempre, David, gracias por tus reflexiones en voz alta.

    • David Barreda Responder 24 abril, 2016 at 4:03 pm

      Gracias Benito!

      Un abrazo amigo,

      David

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