#citaciega
“Lo sacó todo para comenzar,
pero vio tantas cosas por medio que lo dejó aplazó para mejor momento”
De La habitación oscura del pensamiento positivo, Fátima M. Roldán.
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Una de las circunstancias que más me llaman la atención al acompañar un proceso de coaching, es aquella en la que cuando el cliente empieza a acercarse a su meta, cuando se acerca al objetivo, el proceso pierde intensidad.
Evidentemente esto no ocurre siempre, a veces se da el efecto contrario y la persona al tocar con los dedos lo que quiere conseguir o sentir que está cristalizando un nuevo hábito en su vida, invierte de manera natural y no forzada un plus de energía que la coloca donde quiere estar.
Pero el primer caso del que te hablo se da las suficientes veces como para que me llame la atención, y para que ahora esté reflexionando sobre esto y compartiéndolo contigo.
He de decirte que cuando trabajo un proceso de Coaching, salvo que haya algo concreto que abordar en un momento determinado y se haga necesario quedar en una fecha futura porque la dinámica del proceso así lo exija, nunca propongo la fecha de la próxima sesión. Es Coaching, no es terapia, ni formación, ni consultoría, ni nada de eso…, es el cliente el dueño del proceso y el que fija la fecha de la próxima sesión cuando lo estime conveniente (sugiero que cuando hayan pasado suficientes cosas como para poder seguir trabajando la meta). Sé que con esto dejo la puerta abierta a que el cliente no vuelva más, pero también tengo comprobado que es una de las formas más efectivas de generar autonomía y alimentar la motivación intrínseca en un proceso.
No soy partidario de empujar a la gente hasta sus metas y objetivos. Ni de actuar como papá, mamá, maestro o un hermano mayor. Una cosa es acompañar y generar motivación, y otra empujarte la bicicleta.
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El aroma del éxito
Cuando me formé en Coaching una de las cosas que más me gustó fue la definición de éxito. Básicamente no nos dieron ninguna definición de éxito. Esas cosas me encantaban. Fundamentalmente porque suponía una confrontación a lo que socialmente significa esa palabra, incluso en los contextos más humanistas, (véase las cantidad de libros de ‘gente exitosa’ que nos perfilan modelos ajenos para alcanzar “el éxito”).
La definición de éxito válida en un proceso de coaching es la que el defina la propia persona que está viviendo su proceso. Como dice mi maestro Paco Yuste, “en coaching la mejor definición es la propia, con la que la persona se sienta comprometida”, siendo nuestro trabajo como Coach apoyar para convertir esa definición en un proyecto concreto y alcanzable. El éxito por tanto, en Coaching, es personalísimo e intransferible.
…y continuando con una cita de Paco que parafrasea a Whitmore, “para que las personas desarrollen su autoestima, además de acumular éxitos, necesitan saber que se debe a su propio esfuerzo”.
Por eso es altamente estimulante comprobar que te vas acercando a tu meta, que casi la hueles y la sientes… la sensación es poderosa. De hecho, es una sensación de éxito, pero de un éxito no consumado aún.
Es lógico que se disfrute, es lógico que incremente la autoestima, la energía y la felicidad… pero ojo que aún no hemos llegado.
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Necesario pero no suficiente
Claro, todo este bienestar que te acabo de referenciar, junto con la variable de que el proceso se siente como propio, puede llevar a pensar que bueno… que ya es suficiente, que si ya me siento bien, que si ya la cosa empieza a funcionar… pues que listo, que con eso me vale, que muchas gracias, que ha sido maravilloso y que el coaching me ha cambiado la vida y todas esas movidas…
Yo creo que en este punto se confunden dos cosas: información y aprendizaje. Ambas se necesitan y ambas interactúan entre sí. Mira, para ‘aprender’ necesitas ‘información’. La información son los ladrillos con los que construirás el puente hacia el que quieres llegar, y será más o menos valiosa según la utilices.
Resulta muy inefectivo tener al lado una montaña de ladrillos sin más, sí, tienes el material pero no lo usas, tienes mucha información pero no la conviertes en conocimiento, y si no la conviertes en conocimiento no puedes convertirla en pensamiento… y si no la conviertes en pensamiento no la podrás transformar en acción, o siguiendo la metáfora, en el puente que te llevará donde dices que sientes que quieres estar.
Cuando comienzas un proceso de Coaching empiezas a hacer acopio de ladrillos, los ladrillos son la información que obtienes de tus acciones (pero solo es informacion, feedback de tu actuación). Cuando ves los ladrillos, tangibles, e incluso diseñas el puente bien orientado hacia tu meta, puedes tener la ilusión de que ya lo tienes… ilusión que se alimenta de constatar que efectivamente tienes los recursos para alcanzar tu objetivo. Eso te pone, te hace feliz, te mola, tanto… que decides celebrarlo porque ahora sabes de verdad que ‘si quieres puedes’…
…y como si quiero puedo, pues ya cuando quiera lo acabo… (sin terminar de ser consciente de que hasta ahora solo tenemos la información -necesaria- para construir el aprendizaje, pero no tenemos el aprendizaje consolidado).
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El aprendizaje no es gratis
Podríamos hacernos una paja mental sobre esto. Muy típica en el mundo del Coaching. Es la que dice que si esta circunstancia se da (esto es, el proceso se para), es que realmente el cliente no quería eso, la meta no estaba bien fijada o el propósito no se había definido correctamente, por eso el cliente no generó la motivación suficiente como para continuar el camino. Por supuesto también se podría decir que el proceso no estuvo bien acompañado, claro, y que el Coach no despertó el interés necesario para que el cliente se mantuviera en movimiento.
No te digo que esto no se pueda dar, y que en algunos caso así sea. Pero este hilo argumental no convence mucho a los que pensamos que ‘no estamos para empujarle la bici a nadie’.
Entiendo el proceso de coaching como un proceso de aprendizaje, en el que además de un meta consigues los recursos propios y necesarios para volver a conseguir esa meta u otras, otra vez, en el futuro, sin necesidad de recurrir a un Coach.
Y el aprendizaje no es gratis. Sobre todo en adultos y en ‘cuestiones de vida’. Requiere un esfuerzo. El hecho de que hayas hecho algo una vez no significa que lo hayas aprendido. Las cosas se aprenden cuando se repiten, cuando se automatizan, cuando caminamos sin pensar el próximo paso, cuando convertimos las acciones que nos proporcionan nuestro particular éxito en hábitos. No basta la primera y excitante sensación de logro, es necesario cristalizar ese procedimiento.
Termina un proceso cuando alcanzas tu meta, y esa meta ha sido el medio para obtener una serie de recursos propios que han ampliado tu repertorio de conductas y actitudes, enriqueciendo tu caja de herramientas, una caja de herramientas a disposición tuya para siempre.
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El precio del compromiso
Cada vez que decides empezar alguna cosa, generas en un compromiso interior contigo mismo. Es justo cuando decides hacer algo. En ese momento firmas un contrato íntimo por el que te reconoces una necesidad y el camino para satisfacerla. Da igual que lo cuentes o que no lo cuentes, da igual que sea en un proceso de coaching o en la soledad de tu habitación, da igual.
Tienes una imagen actual de ti, tienes una imagen deseada de lo que quieres, sientes la diferencia, te molesta o te incomoda el desajuste entre estas dos imágenes y decides hacer algo. Si te mueves, la sensación es positiva, de incremento de autoestima, de proactividad… de valía… estás cumpliendo el contrato, pero joder, cúmplelo hasta el final, llega hasta el final porque si no lo haces además de haber malgastado tiempo, recurso y energías para nada… te lo acabarás echando en cara y volverás a la casilla de salida con una sensación más amarga que la primera…
…si por el contrario decides no moverte, una vez reconocida esa necesidad, lo más probable es que termines generando un velo de frustración y malestar que tratarás de disimular con algún sucedáneo, a la larga nocivo.
Da igual lo que sea, da igual que sea empezar con el inglés, acabar la carrera, salir a buscar trabajo, hacer deporte, mejorar mi desempeño profesional, la puntualidad, ordenar mi habitación, cambiar de empresa, o incluso reinventarte… da igual, evidentemente todo en su justa medida, pero todo tendrá su impacto en nuestra ‘cuenta emocional’, restando más o menos, pero restándonos en definitiva.
Mide bien los compromisos que quieras adquirir contigo mismo, y los que decidas asumir, afróntalos, acábalos y consolida su aprendizaje. Si no, no juegues, no te comprometas, piénsalo bien, enfríate antes de dar el paso, pero si lo das… continúa hasta el final. A veces no resulta fácil, pero no es imposible.
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(Por cierto, si estás interesado o interesada en comenzar un proceso de Coaching y quieres contar con un Coach de los que no te empujan la bicicleta, te recuerdo que acompaño procesos de coaching presenciales y por Skype. Contacta conmigo para más información)
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Venga… que no se nos vaya perdiendo el alma por el camino y acabemos como una LSF.
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Procesos y Aprendizaje
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La importancia de cerrar las cosas
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Imagen de ahmadardity vía Pixabay
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Brillante lección, ajustada a la realidad y muy sincera. Un lujo tenerte cerca
Gracias Benito, gracias amigo,
un abrazo,
David
Desde mi ignorancia del coching, pero con bastantes horas de “navegación” leyendo sobre las cosas más variopintas, te diré que este artículo me ha resultado un tanto reiterativo: demasiada insistencia en la idea de que el cliente debe acabar lo que empieza.
Al fin y al cabo, cómo bien dices, la labor del coach es
acompañar al cliente en un proceso de descubrimiento personal: ¿porqué no puede él decir basta? Es más, cómo sabe el coach que para el cliente no es suficiente, o que eso le traerá consecuencias.
Está claro que tener ladrillos no significa saber construir un puente, pero: ¿Y si yo sólo quiero ahora ladrillos?.
Saludos.
Hola Pedro, como siempre, un honor recibirte en casa,
Bueno, en primer lugar me gustaría comentarte que la inspiración para escribir el artículo me llega de mi propia experiencia cuando alguien no termina de cerrar algún proceso que empieza después de haber invertido en ese proceso tiempo, energía y dinero. En estos casos, observo que más temprano que tarde se vuelve a la casilla de salida o ese asunto pasa a la lista de ‘no resueltos’, algo que genera un malestar y un peso que resta efectividad a la personan (esto daría para otro post).
Evidentemente, un cliente puede decir basta. En un proceso se puede descubrir que no es necesario llegar hasta donde se dijo, por darse un aprendizaje en este sentido. ¿Por qué no?
Ahora bien, otra cosa distinta sería que el cliente cambiase de meta, caprichosamente, en cada sesión, no dando lugar a ningún tipo de proceso. No sería muy profesional por parte del Coach alimentar esta situación. Pero sigamos con lo que planteas…
Dices, ¿Cómo sabe el Coach que es suficiente? El coach sabe cuándo es suficiente, como dices, porque se lo ha dicho el Coachee (la persona que recibe Coaching). Me explico y desarrollo…
Si tu me dices que tu meta es llegar al octavo piso y existe un fundamento emocional y racional para tener esa meta, meta que además va a satisfacer una necesidad tuya,… si cuando empiezas el camino te quedas en el tercero, cuanto menos, lo más honesto por parte del Coach sería reflejarle al cliente esta situación y cuestionarle su parada… de lo contrario, podríamos caer en una complacencia con el cliente nada sana. Evidentemente, habría que estar al caso puntual para que Coach y Coachee, en la sesión, descubran si la meta era el tercero o el octavo, si faltan recursos para llegar al octavo, si nos estamos conformando o no, y mil cosas que pudieran surgir… si todas estas cosas estuvieran claras, no haría falta la figura del Coach.
¿Y si tú sólo quieres ladrillos?, si solo quieres ladrillos la meta hubiera sido “hacer acopio de ladrillos”, y objetivo cumplido. Pero si tu meta, insisto, bien fundamentada y estructurada, era “cruzar al otro lado”… amigo, hacer simplemente acopio de ladrillos no es muy efectivo en cuanto a tu propósito. Por eso es FUNDAMENTAL definir bien la meta en un proceso de este tipo.
Bueno, este es mi punto de vista sobre lo que propones,
…un abrazo!!
David Barreda