#citaciega
“Se había gastado un dineral en todo aquello.
La habitación le quedó tan recargada que no pudo entrar,
y si hubiera entrado hubiera muerto por falta de oxígeno.”
De Manual de decoración, Fátima M. Roldán
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Se dice que en la sociedad del conocimiento, en la que vivimos, “hay más cosas que hacer que tiempo para hacerlas”. La primera vez que leí esta frase me pareció más que ilustrativa. De hecho, en mi caso, me pareció particularmente “autoilustrativa”.
Hace justo un año que me peleaba con mi productividad, reclamando a mis competencias un mejor sistema que pudiera optimizar mis tiempos y energías. Estaba realmente cabreado y muy frustrado por vivir con la sensación de estar perdiendo combustible en el viaje profesional de mi vida. Un rollo, porque así a la larga no se llega a ningún lado.
Afortunadamente hay sitios como el blog Optima Infinito y el blog de Jerónimos Sánchez que son un auténtico regalo en este sentido. Reconozco que la metodología que proponen (GTD) me ha ayudado bastante aún sin aplicarla con el rigor que me gustaría, aunque hoy no voy a hablar de eso, en un par de meses cuando se cumpla un año desde que me puse con ella os cuento mi experiencia.
Lo cierto es que aún logrando saber dónde y en qué punto está cada cosa, la dinámica de la vida no deja de traer a mi orilla nuevas propuestas, nuevos trabajos, y lo peor de todo, constantes llamadas de atención sobre esos proyectos ya iniciados vigentes e importantes, que se ven continuamente aplazados por otros nuevos, que aparecen como ‘necesidades vestidas de urgencias’ a las que es imposible resistirse.
Mala mezcla la de lo que hay que hacer con lo que quiero hacer, la de la vocación con la necesidad, la de la ambición con la contribución. Mala mezcla… la de las muchas cosas que hacer, con el tiempo que se nos escurre y los recursos de los que disponemos.
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Muchas cosas, muchas compromisos
Querer hacer muchas cosas es tener muchos compromisos abiertos. Un compromiso es una forma de conectarse con algo o alguien en la que tus valores son la garantía. Un compromiso es una promesa de ‘presencia’. Un compromiso es una forma de respuesta, en la que proporcionas el apoyo que una acción, proyecto, persona o equipo necesitan.
Más allá de los resultados, que la mayoría de las veces no dependen al 100% de uno mismo, cumplir con un compromiso genera confianza. Cumples con la expectativa que generó tu palabra y tu intención, lo que te aporta seguridad a ti y a los demás, lo que genera confianza y autoconfianza, elementos esenciales de nuestro autoconcepto y de nuestra autoestima.
Querer hacer muchas cosas es tener muchos compromisos abiertos. Es así. Algunos serán nimios y ligeros, otro serán esenciales y cruciales, da igual, en definitiva todos necesitarán de espacio/tiempo/energía en su justa medida (que será la ‘justa’, en el mejor de los casos).
Si aceptamos (o tomamos conciencia de) la máxima que dice que vivimos con más cosas que hacer que tiempo para hacerlas… tendremos que aceptar que vivimos enredados de compromisos, y vivir en un enredo nos resta agilidad para vivir, llegar y cumplir con nuestra palabra en juego.
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Caer en nuestra propia trampa
Uno se compromete porque quiere. Esta frase me la puedes refutar con tres mil historias, pero en definitiva uno se compromete porque decide comprometerse. Es cierto que hay compromisos que suenan mucho a ‘obligación’ y si eso ocurre, bien será porque no atender a ese compromiso te traerá unos costes mayores que pasarlo por alto.
Por ejemplo, podrás no tener ganas de ir el lunes a trabajar… y te sientes obligado, pero vas… prefieres ir y cumplir con tu compromiso laboral que quedarte en la cama (por muchas ganas que tengas), por algo será… ¿no? pues eso… pero que no se te olvide que eres tú quien decide levantarse de la cama e irte al trabajo. Tú lo decides, tú lo eliges.
Por otro lado, hay compromisos que suscribes más allá de estas situaciones. Son los que vienen empujados por la vocación, el interés personal, el interés profesional, el interés social, o el que sea… cosas que van llenándote la vida, todas con apariencia de ‘importantes’ y algunas de ‘esenciales’… y que nos llenan la vida y nos agotan los espacios. Y que también elegimos.
Entre unos y otros, filtrados por nuestras decisiones, terminamos en muchas ocasiones comprometidamente enredados. Nos llenamos la vida para que la vida no nos llegue. Caemos en nuestra propia trampa: los ‘compromisos obligatorios y necesarios’ se convierten en “quejas”, que nos desgastan; los ‘compromisos voluntariosos’ en “tengo que hacer” en vez de en “quiero hacer”.
Actuamos como consumistas compulsivos de nuestras iniciativas y nuestras competencias, de nuestro talento y nuestros recursos. Agotándonos en la compra, sin tiempo para disfrutarla.
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Abrir espacios
La ambición puede ser un motor, si se le da un enfoque humano y ecológico. El inconformismo puede ser un estímulo para vivir, si se le da una salida emocionalmente inteligente. Darle sentido a nuestra vida, familia, trabajo, etc., es capitalizar nuestra presencia (nuestra existencia).
El reto es no despistarnos. Algo, que en este mundo en el que vivimos cargado de estímulos es harto complicado.
El que haya más cosas que hacer que tiempo para hacerlas, lo mismo, más que una característica de la sociedad del conocimiento… es una patología de las personas que la habitan. Lo mismo es eso. Lo mismo, la persona inteligente es la que encuentra la manera de ajustar sus compromisos a los niveles de sus recursos… con ambición para avanzar, con inconformismo para no dormirse y con sentido y propósito.
Lo mismo estamos llenando nuestras bibliotecas de demasiados libros que jamás leeremos, que nos quitan espacio, que nos recargan la estancia y que compiten inútilmente por nuestra atención.
Creo que es una virtud de la productividad personal el desprenderse de todo aquellos compromisos que sobran, aunque no lo parezcan. Con valentía y desapego. Abriendo espacios, liberando recursos que permitan focalizar la atención en lo realmente valioso y necesario… en lo personal y en lo profesional.
Yo quiero.
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Déjame navegar, Déjame navegar,
deja fluir al Orinoco,
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Procesos y Aprendizaje
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Muchas cosas y poco tiempo
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Imagen de ivabalk vía Pixabay
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