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Quién maneja mi barca

David Barreda 30 mayo, 2016
una barca en el mar

Reconozcámoslo de una vez por todas, Remedios Amaya fue una visionaria.

Corría el año 1983 cuando la cantaora sevillana representó a España en el Festival de la Canción de Eurovisión en Munich, Alemania, interpretando el tema “¿Quién maneja mi barca?”.

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Todo era muy simbólico pero nadie supo leerlo en ese momento, quizás la vieja Europa intuyó algo y la relegó, por ese motivo invisible, a la última posición, temiendo que su profecía se hiciera realidad o quizás que su mensaje precipitara algún 15-M antes de tiempo.

Analicemos algunos detalles: sobre un fondo cuadriculado, representando a un mundo estructurado, predecible, sólido, Remedios aparecía con un vestido en diagonales azules y celestes sobre blanco, un vestido que acababa dibujando simbólicamente los perfiles de una ola, llamando la atención sobre lo líquido e impredecible de la nueva realidad que se avecinaba y desafiaría las viejas estructuras. Toda una declaración. Bauman, quién acuñó el término de ‘mundo líquido’ llegaba solo a las élites intelectuales de Europa… pero aquello era Eurovisión, y llegaría a miles de hogares de todo el continente en horario de máxima audiencia…

Por otro lado, conforme avanzaba la actuación, comprobábamos cómo Remedios Amaya estaba descalza, representando la desnudez y la vulnerabilidad en la que caeríamos ante el nuevo contexto volátil, incierto, complejo y ambiguo. Quizás también podría leerse en clave de ‘escasez de recursos’ y la destrucción de las clases medias ante las demandas de austeridad, ajustes presupuestarios y demás requerimientos de los burócratas europeos…

…es más, frases tan explícitas de la letra como el verso “por mucho que tú me pidas yo te lo doy” no dejaba lugar a dudas: ¿qué más os tenemos que dar?

Amaya hablaba de una barca, de una barca a la deriva, de un mundo líquido en el que aún no hemos aprendido a navegar…

…y todo ello se cantó en Munich, Alemania… ¿realmente pensabais que teníamos alguna posibilidad?…

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En serio, ¿quién maneja mi barca? (que a la deriva me lleva)

Deriva: abatimiento o desvío de la nave de su verdadero rumbo por efecto del viento, del mar o de la corriente.

Si hay algo que he aprendido a lo lardo de estos años en los que me he acercado al mundo de la Inteligencia y la Gestión Emocional, es que además de hacer una lectura y una interpretación adecuada de las emociones, mucho más importante es saber, a continuación, emitir la mejor respuesta que tengamos a nuestro alcance en cada momento.

Una cosa es ‘responder’ y otra cosa es ‘reaccionar’. Cuando reaccionamos somos una marioneta de nuestros impulsos, algo que en ocasiones puede parecerse a jugar a una ‘ruleta rusa conductual’, es decir, ante una circunstancia emitimos una conducta que puede ser favorable o no, según decidan nuestros instintos. En el primer caso no tendremos ningún problema, y hasta puede que obtengamos algún beneficio, y en el segundo podemos acabar pagando una factura generada por haber dicho o hecho algo de lo que ahora nos arrepentimos.

Como he comentado una decena de veces en este blog, las emociones son innatas, la gestión emocional no, pero es entrenable. Así que de nosotros depende desarrollar las competencias necesarias para ‘responder’ en vez de ‘reaccionar’, ganando en autonomía y libertad.

Nuestra barca la pueden manejar las circunstancias, que representan las corrientes que nos tirarán hacia un lado u otro, según vengan las cosas. También puede ser manejada por otras personas, esas que nos cogen el timón (o nos lo quitan, o dejamos que nos lo quiten), y que terminan decidiendo por nosotros.

Sea como sea, el destino será  incierto si cedemos el manejo de nuestra embarcación y sobre todo, si no tenemos claro el rumbo a seguir, o en otras palabras… si no sabemos qué es lo que queremos en cada caso, o mejor dicho: qué es lo que necesitamos en cada caso.

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Cambio, cambio, cambio, cambio… ¿?

Otra cosa que me llama la atención es que cuando la gente descubre que por unas razones u otras, su destino se ha desdibujado, encontrándose en a la ‘deriva’, le surge una necesidad imperiosa (y lógica) de cambiar. Pero no sólo de cambiar de rumbo, parece como si se quisiera cambiar de todo, cambiar de embarcación, cambiar de tripulación, cambiar de vida, cambiar de ropa, cambiar de peinado, cambiar de trabajo, cambiar de todo…

…como si existiera una forma de poner nuestro contador a cero, de hacer ‘borrón y cuenta nueva’, algo que en lo ’emocional’ resulta bastante absurdo pensar que pueda hacerse.

A veces, ese “querer CAMBIAR” se parece más a la “estrategia del avestruz”. Esto es, el cambio se convierte en demasiadas ocasiones en un mero y fuerte “deseo de cambio”, funcionando este deseo como el agujero en el que metemos la cabeza para no ver la realidad, quedándonos con el culo al aire. Un culo que normalmente termina cepillado precisamente por esa misma realidad mientras nos anestesiamos con las ‘intenciones de cambio’ sin terminar de dar un paso hacia ningún lado.

En mi opinión, por un lado resulta temerario despreciar el aprendizaje acumulado, por muy engorroso que nos resulte admitir los resultados de nuestro proceso. Esto es, el “borrón y cuenta nueva” resulta altamente inefectivo, ya que desdibuja todo el aprendizaje que pudiéramos extraer de nuestras experiencias pasadas. Querer obviarlo y mirar hacia otro lado, como si nuestra vida se pudiera rehacer así, no deja de ser una ilusión.

Por otro lado, “lo que no se afronta se repite”. Es como una ley no escrita que no deja de darse. La mierda que escondes debajo de la alfombra termina saliendo tarde o temprano, así que resulta absurda irla moviendo de un sitio a otro, (esto no es limpiar), créeme que así no desaparece.

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Rectificar el rumbo

Remedios Amaya era una visionaria. Es así. Porque realmente nuestros procesos vitales se parecen más a viajar en una embarcación marítima que a viajar en un medio terrestre. Y más aún en nuestros días, en nuestro mundo.

El mejor cambio, la mayoría de las veces, consiste en una rectificación de rumbo, y no en un ‘deshacer toda la vida vivida’, proyecto éste que resulta tan gigantesco que termina por no asumirse. Si navegas, las corrientes siempre va a existir, incluso algunas corrientes pasadas aún pueden estar ejerciéndote alguna fuerza hacia algún sitio. Si navegas, los vientos también son una realidad presente y que no controlamos. En definitiva, navegamos, navegamos en un contexto que nos influye y al que influimos, pero en ningún caso somos los diseñadores de los mares que recorremos.

Como si manejáramos una embarcación que no puede salirse el mar en el que navega, solo nos queda (que no es poco) marcar nuevo rumbo y rectificar el timón CONTINUAMENTE a medida que avanzamos. Y las mayúsculas de CONTINUAMENTE son intencionadas. No basta con marcar el rumbo una sola vez, porque insisto, tanto las corrientes como los vientos estarán ejerciendo sus fuerzas constantemente y en direcciones impredecibles.

Indudablemente, necesitamos por tanto generar la sensibilidad necesaria que nos permita interpretar lo que nos rodea, esos vientos y corrientes, para rectificar el rumbo adecuadamente… sin que terminemos a la deriva o víctimas de nuestras propias circunstancias.

Esto es, en definitiva gestión emocional, saber administrar los vientos y las corrientes, para seguir el rumbo deseado que nos permita emitir la respuesta adecuada y conseguir los objetivos propuestos… algo imprescindible en un mundo como el actual, lleno de incertidumbres y de ambigüedades.

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Consecuencias

Me dice la Wikipedia que Remedios Amaya, tras quedar la última en Eurovisión y publicar al año siguiente un disco en el que volvía a su estilo más tradicional, se retiró de los escenarios. Tuvieron que pasar 13 años para que volviera a editar un nuevo trabajo y regresara al mundo del espectáculo. Pero lo cierto es que en un documental, Remedios Amaya comentaba que le debía mucho a ‘la barca’, decía “yo se lo debo todo porque ahí fue donde yo me di a conocer”. Es genial. También es genial cómo la artista cuenta la gestión de todo aquel ‘fracaso’ del que terminó sacando sus beneficios.

Por cierto… Remedios iba a salir con un vestido que la estilizaba mucho más que el de rayas y la hacía más guapa, pero los alemanes no la dejaron.

No es sencillo a veces mantener tu rumbo, ni gestionar las derivas, pero nunca se sabe dónde si esa deriva puede ser precisamente la que nos marque el mejor rumbo de nuestra vida, y como dice la artista en la siguiente canción…

…yo soy capaz de escuchar el ruido del silencio

y alcanzar la luz y las estrellas…

A navegar… feliz travesía.

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Imagen de Orythys vía Pixabay

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2 comentarios

  • Benito A. de la Morena Carretero Responder 30 mayo, 2016 at 8:39 am

    Hace poco escuche decir que debíamos estar reinventándonos permanentemente, y creo que esa es la solución más adecuada, pues proviene de aprender de nuestros errores anteriores.

    • David Barreda Responder 5 junio, 2016 at 7:17 pm

      …y además de aprender de nuestros errores, nos permite adaptarnos en un escenario tan volátil como en el que nos encontramos Benito… y seguir vivos, intelectual y emocionalmente vivos, que no es poco! Un abrazo amigo!!

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