Hace un tiempo le leí a Alfonso Alcantara que “motivación no es tener ánimos, es tener motivos”. Esta es una de esas frases que por alguna razón se te quedan enganchadas en un par de neuronas y luego vas repitiendo por ahí, citando al autor, por supuesto (-te-lo-ju-ro-).
Para mi la frase tiene mucho alcance, tanto en sentido positivo: cuando existen motivos movilizas recursos y te pones en marcha; como en sentido negativo: cuando dejas de movilizar recursos y te paras, ojo, quizás sea momento de revisar los motivos y/o la carencia de los mismos.
Cuando te ganas la vida por cuenta propia y a eso le sumas que te encanta lo que haces a veces te descubres autoconvenciéndote para participar en un proyecto, trabajo o atender a un cliente dándote motivos que ni tú mismo te crees… lo cierto es que entre “el hambre” y “las ganas” te acabas dejando seducir y manteniendo situaciones en las que no terminas de estar cómodo (por llamarlo de alguna manera). Ojo, porque el coste puede acabar siendo más alto de lo que imaginabas, y ya no hablo solo de lo económico, hablo también de la “resaca emocional” que te espera después de “la fiesta”.
Tras alguna “resaca” que otra y un incómodo sentimiento de estupidez que suele aparecerme cuando vivo alguno de estos casos, me he planteado cuáles son las razones que me hacen desconectar de un proyecto, un trabajo o incluso algún cliente, estas son algunas, no están ordenadas según relevancia ni todas tienen el mismo peso, a veces se combinan unas con otras y en ocasiones una de ellas es suficiente…
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1
Importa más la forma que el fondo
Es cuando lo que haces pasa a un segundo plano y lo importante es justificar el trabajo a través de los medios pertinentes. Cuando sientes que entre lo que se está haciendo tarea a tarea y quien encarga el proyecto hay una desconexión y una distancia demasiado grande. Y no es que no les importe, probablemente sí, es que sencillamente no están.
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2
Soledad y falta de feedback
Imagínate que te encargan que construyas un edificio. Tú pones el solar, los materiales, la mano de obra…, firmas la hoja de encargo y desaparece el promotor, venga va, no es que desaparezca, vamos a ‘suponer’ que te llame de vez en cuando… acojona, ¿eh? Llega un momento en el que no sabes si parar la faena o continuar…
Esta soledad y falta de feedback ante cuestiones claves te pueden acabar sacando de la tarea y cuestionándote el liderazgo del cliente en su propio proyecto. Un buen o una buena líder tiene la capacidad de capitalizar lo que haces, darle valor a tu trabajo y proporcionarte la seguridad necesaria para seguir conectado al proyecto. El líder que no da seguridad se come la confianza que alguna vez generó.
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3
Tú eres el que financia e inviertes
Se trata de echar las horas que tengamos que echar para sacar adelante el proyecto o el trabajo, porque hoy en día tener un encargo es un privilegio y joder, se supone que soy un privilegiado así que venga… echamos las horas que tengamos que echar, ponemos los materiales que tengamos que poner, hablamos con quien tengamos que hablar… y nos aseguramos de que… ¡EL TRABAJO LO SACAMOS!
En fin, que te ves invirtiendo lo que nadie te ha pedido que inviertas pero que descubres que “o lo inviertes o el trabajo no sale”, y sientes que los costes (que cuando son intangibles se escurren y son difíciles de cuantificar) empiezan a acercarse peligrosamente a los beneficios… llega incluso un momento en el que pareces que estás pagando por trabajar.
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4
Te demandan funciones que no están remuneradas
Esto también es un tipo de inversión, te podría copiar y pegar el párrafo anterior pero te lo voy a ahorrar.
Es verdad que nadie te dijo que te quitaras los zapatos, pero si tu encargo es cruzar el río a pie sin mojarte los calcetines acabas poniéndote descalzo.
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5
Desequilibrio entre “responsabilidad” vs “remuneración”
Cuando la responsabilidad es alta y la remuneración no es directamente proporcional… la balanza, al final… se te acaba cayendo encima… y duele.
Y quizás en algún momento de tu vida profesional todos aceptamos una alta responsabilidad aún sabiendo que su ejercicio no va en el precio. Posiblemente sea una cuestión de ego, de sentirte importante con las funciones (aunque no con las remuneraciones), otras veces de generosidad o incluso de una mala estrategia con la que tratas de promocionarte y que te conozcan… saben, voy descubriendo que no sirve, no funciona… si abres esa vía y la mantienes abierta se te acaba yendo toda la sangre por ella.
Además, cada vez tengo más en cuenta que lo gratis no funciona (véase Eva Collado Durán) y lo mal pagado humilla (véase Guillem Recolons).
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6
El pago de tus servicios
Cuando no están claras las condiciones del pago de tus servicios. Y ya no me refiero al precio, me refiero a la forma de pago, los tiempos, etc. Esta ambigüedad es desesperante.
Hace unos días un amigo me comentaba que si esta cuestión no estaba clara mejor no hacer el trabajo… ¿qué dilema, no?
Especial cuidado hay que poner cuando eres un “tercero”, porque parece que el hecho de que el “primero” no haya pagado al “segundo” es causa justa y suficiente para que el “segundo” no te pague a ti… qué cosas… porque el que te contrata, te demanda que cumplas y te exige es el segundo, al primero no lo ves ni lo verás en tu vida… eso sí, los riesgos los sigues asumiendo tú…
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7
El foco en los problemas
Tener el foco más tiempo en los problemas que en el trabajo es el humo de algo que se está quemando al fondo. Cuando a las tareas le aparece el adjetivo “incómodas”, cuando sientes que las inversiones de tiempo y esfuerzos no van en la dirección adecuada, cuando te cambian las reglas del juego y ese cambio no se acompaña de los apoyos necesarios…
…cuando ocurre todo eso, mejor dejar de jugar.
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8
Cosas que me conectan a un proyecto, un trabajo o a un cliente
Que exista UN PROPÓSITO y UN SENTIDO en lo que se hace, esto es, que no se caiga en una automatización vacía y carente de dirección; un PROPÓSITO capitaliza y da valor a la tarea del día a día siendo fuente de “motivos” para continuar. Un “para qué” multiplica el valor de la “tarea” y le da razón de ser a lo que se haga.
No hablo de que todos los proyectos tengan un sentido de contribución cósmica… que no, que no voy por ahí… si lo hay pues genial, pero tampoco se trata de que te hagan sentir como quien está tratando de meter el mar en un agujero hecho en la orilla. Cuando las inseguridades empieza a emerger por encima de “las tareas y su propósito” es que el trabajo ha comenzado a descapitalizarse.
Necesitamos que la remuneración sea mayor que las incomodidades, y no solo hablo de la remuneración económica (que también), hablo de esa remuneración que consiste en valorar tu trabajo y tus esfuerzos, en sentirte acompañado y en recibir respuestas claras cuando se necesitan, si no hay feedback la comunicación se corta, se pierde.
Me conecta a un proyecto, un trabajo o a un cliente las relaciones, pero no cualquier tipo de relaciones, hablo de relaciones profesionales y sanas, cordiales y basadas en la claridad y en los propósitos compartidos… y es que hasta este tipo de relaciones hay que cuidarlas y nunca hay que darlas por supuestas (que el cariño hasta en este tipo de relaciones se ratifica con las acciones del día a día).
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Foto de cabecera extraída de la web: http://museodelaciudadqro.org/?p=3648
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