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Si fluyo me diluyo

David Barreda 23 julio, 2015
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¿Si fluyo me diluyo? , verán, en menos de una semana me he encontrado con un par de personas que me invitaban a fluir. La verdad es que no he terminado de entender qué es lo que querían decirme con ello.

Imagino que como estaba hablando de mis metas, estrategias, dificultades y deseos… quizás debieron entender que entre tanto “pensar” me estaba perdiendo la vida o algo así…

El tema es que yo estoy muy contento con mis pensamientos. A mi pensar me gusta bastante, es más, me facilita determinados diálogos internos y tomas de conciencia de lo que me está pasando y de cómo estoy viviendo mi vida, algo que al final me acaba resultando esencial para seguir avanzando.

De la misma forma igualmente estoy muy feliz con cómo me voy conociendo a través de mis emociones. El proceso está resultando íntimamente especial, algo difícil de compartir pero que tiene que ver con cómo vivo cada escenario en el que me encuentro, como vivo cada momento, cómo siento cada estímulo, cómo reacciona mi cuerpo ante cada reto, ante cada dificultad, ante cada logro… o ante cada rutina.

En fin, que cuando consigo conectar emocionalmente con algún momento, situación, proyecto o persona noto una perspectiva más completa de mí mismo que me mola bastante y siento que me sirve de combustible para mi propio desarrollo.

Pero joder… esas propuestas de “tú lo que tienes que hacer…” o “lo que hay que hacer…” es FLUIR me desconciertan bastante…

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Yo, si fluyo me diluyo

Si fluir implica abandonarse a la experiencia corremos el riesgo de perdernos en el laberinto del momento, esto es, acogernos a la amalgama de emociones que afloren, no perder mucho tiempo en interpretarlas, y ‘sencillamente’ sentirlas con aceptación y agradecimiento. Everybody is happy ocurra lo que ocurra y lo que ocurra bien ocurrido te estará (¡toma ya!). Vale, pues ya está. Fin de la historia.

No sé… la verdad es que una cosa es vivir desde la emoción y otra muy distinta es estar y ponerse a merced de las circunstancias.

Si ‘fluir’ se acaba convirtiendo en una manera de bailar al ritmo que cada situación te marque o de “estar en el momento” sin más dirección que la de lo que sientas en ese instante, probablemente terminemos deambulando entre experiencias, algunas agradable y otras no tanto, vividas con una intensidad relevante y sin garantías de aprendizaje emocional.

Así que salvo que quieras ser “una pelotita de ping-pong” en la partida del universo, quizás sea conveniente no perder nuestra libertad y capacidad de decisión al mismo tiempo que se disfruta (o no) de cada experiencia.

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Tener un propósito implica rectificar el rumbo

¿Para qué te levantas todos los días? ¿Cuál es tu razón de ser? ¿Cuál es tu proyecto personal, profesional o vital?…a ver, no es cuestión de que te pongas ahora con estas preguntas, no quiero llegar a ese nivel, pero me sirven para expresar que si tienes un propósito y quieres alcanzarlo, entonces, tendrás que encontrar, generar, crear, dibujar el camino que te lleve hacia ese destino que te propongas… no basta solo con fluir, ya que además tendrás que rectificar el rumbo cuando los momentos y las circunstancias te alejen de ese propósito previamente definido.

Si te dedicas a “fluir” en función a lo que las circunstancias te vayan marcando, entonces, en cada momento tendrás un propósito distinto, que además no será el tuyo, será lo que el destino o el contexto haya decidido. Llegados a ese punto es probable que perdamos libertad y capacidad de decisión, porque estar focalizado en la experiencia sacrificando tu propósito te desdibuja todos los caminos posibles; además, terminarás perdiendo la capacidad de optimizar esas experiencias presentes, en las que ‘fluyes’ hasta que llegan las siguientes que se superonen a las anteriores.

Imagínate que tu propósito es una isla a la que quieres llegar y tus competencias un barco. Imagínate que quieres poner rumbo a tu destino pero una vez en el agua las corrientes marinas y los vientos te desvían constantemente, lo normal, y constantemente tienes que rectificar el rumbo. No luchas contra los vientos y las corrientes, porque esa lucha no tiene ningún sentido, pero sabiendo cuál es tu destino sí puedes aprovechar esas corrientes y vientos haciendo girar las velas y el timón adecuadamente hacia donde quieres ir. Si simplemente fluyes, sin tocar el timón, sin tocar las velas, tu barco irá donde las corrientes te lleven y dejarías de tener impacto en tu propia vida.

Esta metáfora del barco, que se la escuché a Paco Yuste por primera vez hace unos años, terminaba con una cita de Séneca: “No hay viento favorable si no sabes dónde quieres ir”, y esos vientos y corrientes no son otra cosa que tus propias circunstancias y contextos.

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El fluir que a mí me gusta

A mí el fluir que más me gusta es precisamente el de la persona que más tiempo ha dedicado a conocer en qué consiste la “experiencia de flujo”, un autor altamente recomendable y del que no dejo de aprender: Mihaly Csikszentmihalyi .

Precisamente en su libro Flow, hablaba del fluir como experiencia óptima, la cual se producía cuando la información (racional y emocional) que llega a nuestra conciencia es congruente con nuestras metas y propósitos. Son esos momentos en los que desaparece la preocupación y las dudas sobre nuestras capacidades, no tenemos que demostrar nada, ni a nadie ni a nosotros mismos. Es esa sensación que tenemos cuando nos decimos a nosotros mismos: “lo estás haciendo bien”, es entonces cuando estás realmente fluyendo.

Así, y siguiendo a este autor, para alcanzar experiencias óptimas o estados de flujo, la batalla no es ni contra la propia personalidad ni contra las circunstancias, la batalla es contra aquello que nos trae desorden a nuestra conciencia, nos crea interferencias y ruidos que nos causan malestar y nos alejan de nuestro equilibrio…

…o dicho de otro modo y en sentido positivo: es cuando sentimos que nuestras conductas y actitudes (internas y externas) son congruentes con las metas que queremos alcanzar y nuestros valores, cuando sentimos esa experiencia óptima o estado de flujo.

¿Te atreves ahora a fluir?, esto es, ¿te atreves a alcanzar el nivel de congruencia que te permita sentir tus “experiencias óptimas”?

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En conclusión: YO QUIERO FLUIR, pero no me quiero diluir.

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…venga a ser feliz! …que se puede fluir y ser libre al mismo tiempo 😉

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4 comentarios

  • Mª Angeles Marín Martín Responder 24 julio, 2015 at 10:37 am

    Excelente post David…..sin lugar a dudas, si nuestras acciones surgen de estar conciente del momento presente, cualquier cosa que hagamos estará impregnada de calidad, cuidado y afecto.

    Flow, Flow y más Flow

    • David Barreda Responder 26 julio, 2015 at 10:13 am

      Gracias compañera!!

      😉

  • Ignacio Responder 17 abril, 2018 at 11:26 pm

    Fluir no tiene nada que ver con ser un títere. Y por supuesto tampoco con ser un luchador sacrificado, conflictivo, competitivo, obstinado y autosuficiente (esto último es muy de norteamericano tiburón y triunfador).

    Por el contrario, según mi entender. Fluir supone vivir íntimamente conectado a la fuente de la creatividad universal. Precisamente cuando se habla de fluir, se habla de hacerlo justo desde ahí. Por eso cuanto se fluye hay vitalidad, facilidad y gracia. Algo que nada tiene que ver con la negación de la vida que podría suponer la contemplación de un triste muñeco.

    En definitiva, una persona en Flujo representa el máximo exponente de la asertividad. Es asertividad en estado puro.

    Un saludo

    • David Barreda Responder 18 abril, 2018 at 7:30 pm

      Comparto tu enfoque, Ignacio.

      Un saludo y gracias por comentar!

      d.

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