¿Nunca has tenido esa sensación de que no sabes exactamente qué es lo que sabes hacer? o peor aún que “no tienes ni idea de nada”, a ver, como cuando sales de un curso o te acabas de sacar unos estudios y parece que se te ha olvidado todo o no sabrías aplicar nada de lo aprendido… (yo sí, pero por dios o por lo que sea, no se lo digáis a mucha gente, ¿ok?… es que para estas cosas soy muy adolescente, qué quieren que les diga…).
Bueno, ya te adelanto que si nunca has tenido esa sensación esta entrada te sobrará, pero si eres de los que has ido acumulando titulaciones, cursos, experiencias varias, vivencias profesionales múltiples, etc. y después de todo esto no tienes claro qué es lo que sabes hacer, cómo puedes explicar de manera práctica a qué te dedicas o hacia dónde puedes enfocarte, lo mismo puedes sacar algo de esta reflexión que comparto desde mi realidad.
Lo jodido es que esa sensación a veces es súper paradójica, esto es, a mayor acumulación de conocimientos y experiencias corremos el peligro de generarnos mayor desconcierto, sobre todo en momentos en los que precisamente necesitamos focalizarnos estratégicamente sobre algún objetivo profesional que nos permita ser eficaces y operativos.
Creo que los de mi generación (y próximos) hemos crecido en un contexto de bulimia formativa y en una extraña idea de polivalencia que ha mezclado peligrosamente el “cuanto más mejor…” con el “mientras sea formación es bueno, tú cómetelo que no puede hacerte daño…”, sin tener muy en cuenta qué puñetas íbamos a hacer con todo aquello ni cómo íbaos a transformar productivamente todo ese conocimiento. Hace unos días, en plena reflexión personal/profesional sobre este tema, se me cruzó un artículo de Andrés Pérez Ortega (al que sigo todas las semanas, y tú también deberías hacerlo) en el que precisamente abordaba esta cuestión bajo el título “No es lo que sabes, es cómo lo aplicas”.
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Visto el contexto, vamos al lío. Verán, hace unos años, en mi formación en Coaching Ejecutivo tuve la suerte de cruzarme con una de las personas que más impacto ha tenido en mi vida profesional (con su cuota de repercusión en lo personal), Pilar Gómez Acebo. Para mí fueron dos días fantásticos, y entre lo mucho que ella me aportó, una de las cosas que más recuerdo fueron cuatro sencillas preguntas que revolucionaron el enfoque que tenía sobre mis propias competencias y cómo las estaba articulando.
He aprendido a formularme estas preguntas cada cierto tiempo, porque cada cierto tiempo considero que tienes que confrontar lo que estás haciendo y cómo lo estás haciendo para resituarte en este escenario tan voluble en el que nos ha tocado desarrollarnos. También he aprendido a compartir estas preguntas, en su adecuado contexto, en muchas de las formaciones que imparto y algunos de los procesos que acompaño.
Si eres de esas personas que tienen la necesidad de poner un poco de orden en sus competencias, quizás estas preguntas puedan apoyarte… (además de facilitarte la estructura de algún ‘elevator pitch’ que otro)…
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¿Qué sabes hacer?
No te cortes. Haz la lista. Barra libre, vale todo. No te limites a lo que estudiaste ni a aquello en lo que tienes experiencia profesional. Para contestar a esta pregunta es necesario escribir tanto lo obvio como aquello que sabes hacer y te pasa desapercibido. Tampoco es muy operativo que contestes a esta pregunta con generalidades, por ejemplo, si eres “orientador laboral” no vale decir “orientar”, ni si eres “formador” no vale decir “formar”, ni si eres “cocinero” no vale decir “cocinar”, no, no, el tema no va por ahí, tienes que pasar un nivel más de concreción.
Te doy una pista, no contestes con verbos, contesta con acciones. Acciones que de una forma u otra puedan ser tangibles u observables, acciones concretas y específicas. Es lo mejor si quieres que esto te sirva para algo. Ya te advierto que hay que currárselo, tener paciencia, invertir tiempo y no conformarte con lo primero que se te ocurra. Además, he descubierto que lo mejor es hacer esta lista durante varios días, siempre se te ocurre algo nuevo cuando la repasas o corriges algo que habías escrito y que puedes matizar.
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¿Qué sabes hacer con “lo que haces”?
Sí, esta pregunta tiene su punto, pero no te me vengas abajo que aún queda y el final merece la pena. ¿Qué sabes hacer con todas esas acciones de la lista anterior?
Ahora sí es el momento de reducir cada acción a un verbo. Ten paciencia, revisa cada cosa que has puesto que sabes hacer en la lista, búscale a cada una de ellas el verbo que le aparecerá cuando contestes a la pregunta “¿Qué sé hacer con…?”.
Es como mágico, porque cuando desarrollas este segundo paso se manifiestan expresamente los denominadores comunes que existen entre las distinas acciones que habías determinado. Es como si la lista comenzara a ordenarse sola, como si las uvas volvieran a su racimo, pero ahora no pienses en eso… deja que las cosas vayan surgiendo naturalmente.
Insiste en lo del verbo, por un lado mantendrá el dinamismo y la viveza de cada acción, y por otro dibujará el abanico de tus competencias reales, esas que sabes hacer y ejercer cuando lo requieres o lo necesitas.
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¿Para qué sirve?
Esta pregunta es clara, ¿Para qué sirve todo eso que sabes hacer?
Es momento de sacar todo tu sentido práctico y huir otra vez de generalidades. Ahora no estamos hablando de propósitos ni de visiones, ni siquiera de valores, necesitamos saber ‘para qué sirve’ o ‘qué beneficio’ (si lo prefieres así) se derivará de esas acciones, de esas competencias.
Repásalo bien porque si nosotros mismos no tenemos claro qué sabemos hacer y para qué sirve, difícilmente podremos expresárselo a los demás… salvo que vivas en la ilusión de que tus empleadores y clientes sepan leerte e interpretarte mejor de lo que tú mismo eres capaz de hacerlo contigo.
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¿Dónde es útil?
…y sí, puedes empezar por hablar de sectores económicos dónde es útil eso que sabes hacer, o de zonas geográficas, o de tipos de empresa en las que crees que todo lo que tú desarrollas es válido, pero la experiencia me dice que hasta que no ponemos nombre y apellidos a esos lugares, no empezamos a sacarle provecho a todo este trabajo, y a focalizarnos adecuadamente.
Nombre de la empresa o del proyecto, nombre de la persona que me interesa, nombre y apellidos de los sitios en los que quiero estar…, esta parte, aparentemente menos compleja (quizás no resulte del todo sencilla) nos sirve para hacer una primera toma de tierra.
También es una parte en la que aparecen algunos miedos, algunas preocupaciones a ser rechazados o algunas creencias que dan por hecho que no tenemos cabida en aquellos lugares. No sé, da igual, lo único que tengo claro ahora es que necesitamos un itinerario… un itinerario que nos sirva de soporte en nuestro recorrido, que nos marque la pauta de “cuál será la siguiente visita” o “cuál será la próxima persona a la que quiero dirigirme”…
…fíjate, un itinerario que nos servirá para desarrollar nuestra marca personal en cada una de las interacciones que provoquemos, interacciones que serán las que, entre otras cosas, nos generen oportunidades.
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A mí estas preguntas me sirivieron, y me sirven. Me apoyaron y espero que te puedan apoyar a ti. Haz la prueba, merece la pena. Si tienes dudas escribe.
Feliz reflexión.
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…mientras, te dejo con este melocotonazo de tema, inspirador a tope (si no te saco una sonrisa con esto quizás te falte líquido en las venas)…
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¿Cómo sé qué es lo que sé hacer?
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¿Para qué sirve todo eso que sabes hacer?
La verdad es que esa sensación de no saber realmente nuestras capacidades en cada momento, es algo que suele ser habitual y yo creo que es una valoración positiva de nuestra capacidad de evolución permanente en la vida. Lo que yo suelo también recomendar es la autoevaluación sistemática que, con el tiempo, se hace de manera rutinaria, porque vamos aprendiendo mucho sin darnos cuenta y, llega un momento en que hay que auto examinarse para conocerte algo más y saber donde aplicar tu conocimiento.
Cierto que este proceso de evaluación debe ir acompañado con el conocimiento de lo que pasa a tu alrededor, es decir, con disponer de información, al menos de de aquellos sectores que te interesan mas en este preciso momento y asó cumplir una de las premisas del nuestro amigo David, el “No es lo que sabes, es cómo lo aplicas”, recomendación que apoyo si quieres encontrar tu lugar y tu objetivo.
Por lo tanto eso de que “cada cierto tiempo considero que tienes que confrontar lo que estás haciendo y cómo lo estás haciendo para resituarte en este escenario”, lo apoyo plenamente, pues también me lo aplico en mi vida diaria. Un cordial saludo.
…absolutamente de acuerdo, yo necesito poner en crisis lo que estoy haciendo cada dos años. Quizás fruto de mi trayectoria como emprendedor, en la que es natural la continua variación de rumbo y rectificación en función a lo que me voy encontrando y en qué me voy convirtiendo durante el proceso.
Un abrazo!!
david
Que buena manera de reflexionar, ya que a veces pasamos el. Día a. Día y no nos damos cuenta de las cosas que hacemos para que las hacemos, estamos en forma automática, cuando nos podemos hacer estas preguntas de repente sentís que sabes las respuestas pero te cuesta escribirlas, pero es muy sustantivo por que empieza a conocerse uno mismo