#citaciega
“…se contaba unas películas apasionantes
que nunca había visto…”
‘Guiones’, de Fátima M. Roldán
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Hace ya un tiempo, en mayo de 2015, escribía en este mismo blog un artículo titulado “Cuando el Coaching atonta o la resignación positiva”. Luego, en noviembre de 2016, escribía otro con un fondo similar en el que generaba una reflexión en forma de pregunta “La Inteligencia Emocional ¿Genera conformistas?”.
Ambos, reflejaban una serie de inquietudes que siempre me han acompañado (y me siguen acompañando) desde que empecé a trabajar cuestiones de desarrollo personal y profesional…
…convencido de que si conservo cierta perspectiva crítica sobre las cosas (hasta hacia las positivas) estaré a salvo de dogmas y fundamentalismos…
…sobre todo en una materia que puede ser un campo de cultivo perfecto para manipulaciones y autoengaños.
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La actitud
En ese primer post consideraba uno de los enfoques del Coaching que orbita sobre la idea de que “hay cosas que no podemos cambiar, pero sí podemos elegir la actitud con la que las vivimos” …
…perfecto… me lo creo… es un ejercicio de proactividad esencial…
…pero…
…a poco que nos pasemos con esto podemos terminar viviendo en una especie de resignación positiva en un ejercicio de ingenuidad radical… pase lo que nos pase tendremos la capacidad de vivir puteados, felices y conscientes…
…prueba de lo anterior es la cantidad de gente que actualmente huye del dolor propio y ajeno, tratando de sacarte lo más rápido posible de la tristeza, el miedo, el enfado… convenciéndote de que una actitud positiva nos hará ver las cosas de otra forma… como si estas emociones no tuvieran utilidad alguna y menospreciando su necesaria función adaptativa… y como si la actitud positiva fuera una especie de píldora que te hará inmune al dolor y todopoderoso ante los retos de la vida…
…algo que, a la larga, no dará muy buenos resultados… y que a mí me parece uno de esos pequeños fraudes que nos ayudan a vivir mejor… un ratito.
En muchas ocasiones hay más huida que gestión emocional, y si no se afrontan las causas y se refrescan las próximas acciones con nuevos aprendizajes poco nos moveremos.
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La resignación
En el segundo post que te he referenciado abordaba la diferencia entre “aceptación” y “conformismo”.
Aceptamos cuando acogemos voluntariamente aquello que nos viene, nos guste o no, pero esa aceptación nos permite tomar conciencia de lo que estamos recibiendo… conciencia que en el mejor de los casos nos aporta la perspectiva y la visión necesaria para poder dar una respuesta efectiva.
Por otro lado, nos resignamos cuando nos conformamos y nos sometemos a aquello que no nos gusta, dándonos por satisfechos (o insatisfechos) con lo que pase, y ahogando nuestra propia capacidad de respuesta.
Cuando vestimos la resignación de aceptación, estamos de nuevo cayendo en otro de esos pequeños autofraudes emocionales que nos enredan y nos dificultan la marcha a futuro.
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Lo bueno
A ver, es verdad que una actitud adecuada facilita que nuestras competencias se pongan en marcha en una determinada dirección. Está claro. Solo que elegir la actitud no se parece en nada a elegir los calcetines que me voy a poner cada día (aunque haya discursos que así lo presenten).
Nos lo tenemos que currar, empezando por aceptar lo bueno y lo jodido de lo que nos esté pasando, que es la mejor manera de configurar el tablero en el que nos movemos de la forma más fidedigna posible a la realidad de nuestro contexto… lo que nos dará un margen de maniobra más efectivo sobre las cosas.
Está claro que una actitud positiva (que no una ‘actitud ingenua’) suma, y que la aceptación (que no la ‘resignación’) es clave de gestión emocional.
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Peligrosa combinación
Pero si hay una combinación peligrosa a la hora de construirse realidades paralelas es la une “una forzada actitud positiva” con “resignación”.
Imagina que te ha pasado algo que tú no has elegido… pero lo afrontas con un positivismo forzado y al mismo tiempo con una resignación disfrazada de aceptación… tanto, que parece que has sido tú quien lo ha diseñado todo… montándote una película que protege tu autoconcepto y en la que te sientes más cómodo… aunque no sea del todo cierta.
Verás. No es igual que tú decidas algo a que te lo encuentres. No es lo mismo que tú elijas un camino (por ejemplo, quiero cambiar de ciudad) o que te veas en la obligación de aceptar la opción que te ponen por delante (por ejemplo, tengo que cambiar de ciudad porque en mi trabajo me destinan fuera).
Los dos son un cambio. Uno elegido y el otro no elegido, y ambos pueden tener motivos y/o consecuencias positivas o negativas independientemente de su naturaleza.
Pero ojo… personalmente, sí considero que esta diferencia (cambio elegido o no elegido) es relevante a la hora de hacer una gestión emocional efectiva desde la integridad y, sobre todo, sin falsearnos los resultados de esa gestión a nosotros mismos…
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El discurso adecuado
A la hora de afrontar un cambio, elegido o no, es importante el discurso que nos demos a nosotros mismos (o que incluso demos a los demás), ya que este terminará condicionando nuestra posición y nuestros siguientes pasos.
Si yo no he elegido irme a otra ciudad y me destinan fuera… y en mi gestión del cambio termino convenciéndome de que he sido yo quien ha elegido marcharse (por mucho que no estuviese a gusto donde vivía), estaré atribuyéndome decisiones que no fueron mías… y adulterando el proceso de gestión emocional. El ejercicio de autoconvencimiento, posiblemente plagado de razón y autojustificaciones, estará deformando la realidad a nuestro antojo.
En cambio, el hecho de aceptar que yo no elegí marcharme a otra ciudad… pero tuve que marcharme, será un ejercicio de “necesaria e irremediable aceptación” desde el que podré construir mi nuevo escenario, estaré siendo consecuente con mi realidad y la gestión emocional estará exenta de discursos adulterados y con doble fondo.
Interpretar o ‘fabricarme’ la realidad a mi manera y conveniencia… no es gestión emocional, ni tener una actitud positiva, ni un ejercicio de aceptación, ni una manifestación de nuestro locus de control interno… hacer eso es “contarme la película” que mejor me viene… y listo.
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Incómodo, pero efectivo
Puede resultar realmente incómodo aceptar que algunos de los cambios que más han afectado a nuestra vida no los hemos elegido nosotros mismos. Que algunos nos han venido impuestos, sin escapatoria. Que otros, aún ansiados, han venido en el peor momento o no nos sentíamos preparado para afrontarlo en ese momento… o que nos han cogido a pie cambiado… da igual…
…y también puede resulta más sencillo… por miedo, vergüenza o lo que sea… contarnos una película en la que aparezcamos como protagonistas de todas nuestras decisiones… simulando que fuimos nosotros quienes elegimos…
…pero quizás sea más efectivo simplemente aceptar las cosas como ocurrieron… aunque algunas de ellas creamos que nos ponen en evidencia.
La actitud adecuada y la aceptación, ejercidas con honestidad, pueden ser unas estupendas palancas para entender las nuevas realidades que se nos generan, sin autoengaños.
Recuerda que un cambio no es más que la secuencia de una serie de hechos objetivos, siendo lo que marca la diferencia la percepción que tengamos sobre ellos… y que esta percepción, cuanto más ajusta esté a la realidad de lo que ocurrió más nos facilitará la mejor gestión y un mejor futuro.
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Feliz semana!
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Estoy muy de acuerdo contigo, en que no sirve de nada Autoengañarnos y vivir la vida como si todo fuese de color de rosa. Hay épocas mejores y peores que son indispensables para poder evolucionar y tenemos que afrontarlas como parte de nuestro aprendizaje diario. Un gran artículo David.
Gracias May….
…por pasarte por aquí, comentar y poner en valor el post!
d.