Cooperación, vacío, reciprocidad y empatía
No hay nada más triste que hacer algo sin esperar nada a cambio y aun así sentirte vacío.
No sé si te ha pasado esto alguna vez. Cuando esto ocurre suelen darse dos respuestas (posiblemente acertadas pero) que pecan de facilonas y concluyentes:
“Lo que haces, en realidad, lo haces siempre a cambio de algo” (dinero, reconocimiento, seguridad, amistad, objetos, bienestar interior, etc.).
“Has generado unas expectativas por tu cuenta y riesgo que te no concuerdan con la realidad vivida”.
Dos premisas ciertas y muy obvias (demasiado obvias) pero que no me resultan suficientes para comprender ese estado de ánimo de “vacío” que se ha generado. Un estado de ánimo que separa y sabotea las posibilidades de seguir aportando, cooperando y en muchos casos hace que las estructuras internas de los equipos se resientan.
Además, hay una cosa muy cabrónica que ocurre con este discurso: te hace oscilar de la victimización (por sentirte vacío) a la culpabilidad (por sentirte responsable de haberte generado esas expectativas… que han sido creadas sin que nadie te lo haya dicho por obra y gracias de tu imaginación…).
No sé, no me cuadra, me falta algo.
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Cooperación
Cuando se trabaja en clave de cooperación (sea en lo personal o en lo profesional), las personas suelen aportar desde lo individual para generar un beneficio, reducir un perjuicio o alcanzar un objetivo común (y compartido, en el mejor de los casos) con otras personas.
Normalmente, lo anterior funciona cuando todos tienen la sensación de que aportan cualitativamente en función a lo que cada uno tenga (cada persona en su rango de posibilidades).
Y deja de funcionar cuando se percibe lo contrario: que alguien está beneficiándose del juego colectivo, o que una de las partes está ganando sin importarle lo que ocurra con la otra a pesar de estar en el mismo lado de la partida.
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Huyendo de la “retórica buenista”
Hace unas semanas tuve la suerte de colaborar directamente, junto con mis compañeros de la Escuela de Economía Social, con Amalio Rey (nuestra referencia en materia de Inteligencia Colectiva) en el marco de la Academia de Emprendimiento.
En la ponencia que servía de marco para el primer taller, se trataba de huir de la “retórica buenista” en la que se da por hecho que si se habla de cooperar y está claro que existe un beneficio común todos van a ir en la misma dirección, acomodando los intereses propios e individuales a la hoja de ruta colectiva.
Con el paso de los años, cada día estoy más convencido de que “dar por hecho esto” es de una ingenuidad mortal de necesidad.
Y ojo, porque la “retórica buenista” es potente y vigente, capaz de inventar términos tan cínicos como el de “coopetición” (pensar que todos somos competidores que colaboramos entre nosotros mismos, cuando en realidad somos ‘competidores’ que nos aliamos con quienes nos conviene en cada momento, sin más) tratando de “blanquear” el individualismo imperante en nuestro sistema.
La cuestión es ir más allá de las “supuestas buenas intenciones” e identificar los ejes reales que mueven las asociaciones y las relaciones, para la mejor gestión posible de estas.
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Reciprocidad y empatía
Pues bien, en esta ponencia Amalio comentó una idea que no se me van de la cabeza y que quizás me ayude a entender un poco más el dilema del vacío con el que empezaba el post:
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“El éxito de la cooperación es función de la reciprocidad;
y la reciprocidad es función de la empatía”
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Fíjate, la reciprocidad es una forma de corresponder con igualdad o de forma proporcional al afecto, trabajo o beneficio que otra u otras personas aportan.
Desde este prisma, la reciprocidad se verá beneficiada por la empatía ya que esta permite la identificación mental y afectiva con la persona o personas que están aportando, algo que podrá movilizar nuestro ánimo de corresponder y favorecer el éxito de la cooperación.
Así, partiendo del hecho de que es inevitable esperar siempre algo a cambio y generarse expectativas (aspectos personales e internos), introducir la reciprocidad y la empatía (variables siempre externas ya que no depende de nosotros controlar los niveles de reciprocidad y empatía ajenos), amplía las posibilidades de completar la ecuación.
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Fondos de significados compartidos
No tengo ni puñetera idea si eres de esas personas naturalmente generosas, interesadamente generosas, cooperadoras o competidoras. O todo lo anterior dependiendo del contexto. No lo sé. Me da igual, la verdad. Pero lo cierto es que de una forma u otra participamos de relaciones y proyectos colectivos que van a requerir de aportaciones y nos van a generar expectativas.
La cuestión es que por mucha generosidad que creas tener y por mucho que te quieras dar o compartir, es conveniente tener claro que no todo el mundo jugará a lo mismo, ni entenderá lo mismo.
En este sentido, me parece muy interesante lo que los autores del libro “Conversaciones cruciales” comentan sobre la creación de “fondos de significados compartidos”, esto es, cuando un grupo de personas hacen todo lo posible por agregar el significado que cada una de ellas le da a las cosas, de tal manera que cuando se aborde una cuestión todos entiendan de qué se está hablando y la posición al respecto de cada una ellas.
Un fondo de significados compartidos amplio facilitará las relaciones y evitará un gran número de problemas, hasta el punto de que los autores de este libro hablan de que “el fondo de significados compartidos es una medida del coeficiente intelectual del grupo” o de la relación.
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Dejando las cosas claras
Con todo esto, y considerando las variables anteriores (siempre esperamos algo a cambio, es inevitable generarnos expectativas, la cooperación como función de la reciprocidad y la reciprocidad como función de la empatía), creo que la gestión de las relaciones en las que participamos se vería beneficiada si:
Hacemos explícitos los beneficios buscados y las expectativas, esto es, ¿qué esperas de esta relación o asociación? Ojo, cuanto más se alejen las respuestas de la “retórica buenista” más se favorecerá el entendimiento verdadero.
Hacemos explícitos los efectos que se persiguen, o dicho de otra manera ¿cómo te gustaría sentirte mientras estemos juntos en el camino, cuando esto acabe, …?
Creamos fondos de significados compartidos, descolgándonos de suposiciones, compartiendo qué significan para nosotros las cosas.
Identificando las aportaciones, qué doy, qué das… ¿sentimos que es suficiente? ¿sentimos que es demasiado? ¿es necesario? ¿cómo me va a hacer sentir este ritmo de aportaciones y cómo se sentirá la otra parte? ¿qué consecuencias tendrá para mí, para los demás, para el grupo?
…y fundamentalmente, si creamos espacios para que estas preguntas puedan abordarse abiertamente en un entorno seguro.
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No es fácil… (es posible)
Sigo sin tener la solución al dilema con el que empezaba, “no hay nada más triste que hacer algo sin esperar nada a cambio y aun así sentirte vacío”, pero sí tengo claro que tu manera de ser, tu generosidad… no pueden verse modeladas por la falta de reciprocidad y empatía de otras personas. También tengo claro que no podemos ser una barra libre y abierta para todos los que se acerquen o terminaremos descapitalizados (en todos los sentidos) más pronto que tarde.
La experiencia me dice que abordar estas cuestiones puede resultar en algún momento incómodo, pero siempre termina dando buenos resultados si se hace en un entorno seguro.
También que la mayoría de las veces la “retórica buenista” termina enmascarando las verdaderas respuestas.
Y que no siempre todas las personas quieren abrir de este tipo de conversaciones, así que quizás en algún caso tendrás que plantearte estas preguntas de manera individual para al menos tener claro lo que esperas, las expectativas que puedan generarse y las consecuencias que pudieran tener para ti las relaciones de las que formas parte…
…sobre todo para seguir participando de la forma más saludable posible de tus relaciones y proyectos, y seguir aportando y practicando una generosidad que no te termine descapitalizando y haciéndote sentir vacío, te asocies con quien te asocies.
Buena semana!
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Me parece una reflexión super importante a tener en cuenta en todos los equipos de trabajo, sobre todo si lo que buscamos es un resultado óptimo. Cuando hablamos de intervenciones sociales entonces cobra ya un Valor Esencial pues los profesionales tenemos que ser ejemplo de cooperación, tomando conciencia de que es la mejor opción para la consecución de los objetivos de intervención.
…alineado contigo, María Luisa!
d.
Me gustaría saber cómo manejar eso dos puntos con familiares sobretodo lo de la empatía porque es qué hay familia qué todo el tiempo quieren qué uno se ponga en los zapatos de ellos pero ellos no dan nada por esa empatía