Los refranes son peligrosos. Joder, muy peligrosos. A ver, reconozco que tienen su punto y que en un momento dado pueden aportar una solución que nos saque de dilemas y dudas…, no sabes qué hacer, echas mano del refranero y ¡¡zas!!… es como si cientos de años de sabiduría popular te sirvieran como oráculo perfecto…
…claro que esto mismo que acabo de describir también puede ser una sencilla forma de anular nuestro pensamiento, o de no pensar, o de acomodarnos echando mano de soluciones genéricas, populares y con la esperanza de que dada su perdurabilidad en el tiempo estén cargadas de razón. En fin, que nos acogemos ciegamente a la religión del ‘sentido común’…
Pero no nos engañemos, a veces los refranes funcionan como fast food para los dilemas que se nos presentan, y tratando de darles solución los engordamos engañando al hambre, con un bocado tan apetitoso como poco saludable a la larga.
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La vida según el cristal con el que se mire
Cuando aceptamos un refrán como válido, no estamos haciendo otra cosa que admitir una creencia como válida, y en el momento en el que admitimos una creencia activamos un mecanismo interior que nos hace ver el mundo de una determinada manera.
Cuando “creemos” algo actuamos como si ese algo fuera verdad, sin juicio alguno. Cuando “crees” algo, sea real o no, actúas dándole solidez a esa creencia, haciéndola para ti verdad.
Hay creencias que las puedes desmentir más pronto que tarde (por ejemplo, ‘creo que puedo volar), y creencias que son pegajosas, tardas más en desmentirlas y probablemente tengan un peor impacto sobre ti (por ejemplo, ‘creo que soy una persona que no sabe relacionarse con gente nueva’).
También hay creencias muy positivas (por ejemplo, ‘soy un tipo súper simpático) que necesitan de determinados ajustes (por ejemplo, nadie aguanta al tipo que ‘cree’ que es súper simpático). En fin, cuestión de ‘sordera’ emocional, pero lo cierto es que en uno y otro caso las creencias tienen un impacto directo sobre nosotros mismos y nuestra forma de afrontar determinadas situaciones en nuestra vida.
En definitiva, cuando crees algo le pones un filtro a la vida que te hace verla del color de esa creencia. Las creencias son como las gafas de tu percepción, y no olvides que es tu percepción la que alimenta tus pensamientos, y tus pensamientos los que alimentan tus actitudes y tus acciones… así que no está mal revisar de vez en cuando qué tipo de creencias son las que activamos para percibir el mundo.
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El mito de la sabiduría popular
No sé lo que me ha pasado con los refranes, porque este artículo no es algo que tuviera premeditado, pero hoy me parecen peligrosos, perversos y manipuladores, y todo ello bajo la etiqueta ‘campechana’ y bonachona de la ‘sabiduría popular’.
¿Qué es la ‘sabiduría popular’? ¿Y el ‘sentido común’? A veces tengo la sensación que el sentido común o aquello que llamamos sabiduría popular es lo que nos retiene en nuestras zonas cómodas, aquello que sabemos que responde a las expectativas que cuentan con mayor aceptación en la ‘tribu’ a la que pertenecemos. Es tentador ajustarnos a soluciones “prefabricadas” y “popularmente aceptadas”, es rápido, sencillo y nos originará menos conflictos con nuestro entorno.. otra cosa bien distinta es que terminemos interiormente satisfechos.
La sabiduría popular es común, y tener esa referencia en cuenta bien es posible que nos aporte alguna pista para interpretar según qué situaciones… pero aceptar la sabiduría popular como ‘universal’ sería aceptar que las personas somos más parecidas que diferentes. Sí, compartimos muchos denominadores comunes, lo acepto, somos personas y todos compartimos las mismas emociones… pero también acepto que somos diferentes (es quizás el mayor patrimonio de la humanidad, nuestras diferencias), y bien sabemos que no existen dos persona que hayan vivido idénticas experiencias, todos somos únicos e irrepetibles…
…y si ello es así, si es así que no han existido dos personas exactamente iguales en vivencias, experiencias y emociones, no nos pueden valer soluciones universales e infalibles.
Ningunear y obstruir nuestra singularidad es una forma de sabotear nuestro propio desarrollo, nuestra capacidad de decisión y nuestra forma de actuar en el mundo.
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Más vale lo malo conocido…
Porque cuando acepto que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer estoy aceptando una forma de resignación aparentemente inofensiva, una forma de eliminar o huir de situaciones de riesgos haciéndonos recular constantemente hacia lo que conocemos, como los hombres antiguos que pensaban que la tierra era plana, el mundo terminaba en un precipicio y no tenía ningún sentido navegar mar adentro…
Porque cuando acepto que más vale pájaro en mano que ciento volando lo mismo estoy dejando escapar esas oportunidades que quizás nosotros mismos generemos y que nos revolotean cerca. Sí, hay un riesgo, te puedes quedar sin el pájaro en la mano y sin ninguno de los cientos que vuelan… pero no afrontar un determinado nivel de riesgo en nuestra vida es una forma de empequeñecer el territorio por el que nos movemos.
Porque cuando a palabras necias, oídos sordos lo mismo estoy dejando de escuchar aquello que no me gusta y me confronta, y lo que no me gusta y me confronta me hace replantear mi posición, me obliga a afianzar mis argumentos o incluso me insta al cambio. La estrategia del avestruz pocas veces funciona.
Porque eso de ojos que no ven, corazón que no siente, además de poder ser un ejercicio de indolencia es una pura falacia, si no, haz una lista de cosas que no ves o no quieres ver y emocionalmente te inquietan…
Porque lo de en boca cerrada, no entran moscas puede ser una forma de reprimir expresiones, o reprimir los errores… y donde no hay error no hay aprendizaje. Errar no es agradable, pero es una acción natural e intrínseca en todos los procesos de aprendizaje. Sancionar o evitar los errores es una forma de censurar nuestro crecimiento hacia la áreas que desconocemos y aún no dominamos.
Perro ladrador, poco mordedor, o una forma de subestimar determinados ladradores.
A quien madruga, dios lo ayuda, y bien sabemos que no siempre funciona anticiparnos en todas las circunstancias, en todos los contextos, y ni mucho menos caer en la precrastinación.
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En fin, que no seré yo quien queme el refranero popular que la cultura es cultura, y la cultura es sagrada. Pero sí seguiré reflexionando y compartiendo mis reflexiones sobre el impacto que precisamente tiene la cultura colectiva en nuestras decisiones, modos y maneras, como forma de creencias que aceptamos sin pensarlas ni hacerlas nuestras.
Bueno, como me conozco, y seguro que esta confrontación refranera se me pasará, yo mismo no me descarto haciendo caso a la preceptiva colección de refranes aplicables al caso, como todo el mundo, y es que ya se sabe, Mal de muchos… epidemia.
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El perverso impacto del refranero español
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