#citaciega
“Era tan fuerte el choque de las hojas de los cuchillos,
que no conseguía escuchar ni las palabras, ni los argumentos.”
De La habitación oscura del pensamiento positivo, Fátima M. Roldán.
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Una de las palabras que presenta mayores retos es la palabra “criticar”.
Primero porque ya viene con problemas de nacimiento, esto es, es una palabra que puede significar dos cosas distintas (ahora lo vemos). Segundo, porque actuar según la conducta que define, de manera efectiva, es un ‘reto mayor’…bien porque uno mismo no tenga arte, estilo o gracia a la hora de criticar, bien porque aún teniendo todo esto no sabemos cómo le va a caer la crítica a la otra persona.
Por otro lado, me resulta también curiosa la relación entre crítica e inteligencia, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Sin crítica, probablemente no haya inteligencia, aunque al mismo tiempo la crítica pueda significar el mayor obstáculo para la misma.
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Del verbo “criticar”
Lo que os decía, criticar, según la RAE, puede significar dos cosas:
“Analizar pormenorizadamente algo y valorarlo según los criterios propios de la materia que se trate”
y
“Hablar mal de alguien o de algo, señalar un defecto o una tacha suyos”
Vamos, que podemos estar conjugando el mismo verbo y hay que ser muy finos en cuanto al contexto, el mensaje y las maneras para saber si se está aportando algún punto de vista propio o es la propia mala leche la que se aporta sin reservas.
La cuestión es que la primera acepción es un ingrediente básico de las conductas inteligentes y la segunda una de las conductas más inefectivas que se puedan dar.
Probablemente, fuera de contexto, veamos la diferencia clara entre un significado y otro… la realidad… es que solo tienes que ponerte un rato en un grupo, a dejar emanar posturas divergentes animando la crítica que no se tardará mucho en que ‘las opiniones’ se conviertan en ‘fricciones’ y la ‘fricciones’ en ‘chispas’.
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Callejones sin salida
En mi opinión, no hay mayor callejón sin salida que abrazar un argumentario, convertirlo en tu piel (postiza, pero piel en definitiva) y echarse a andar cuidando de que no te rocen ni arañen.
Puede que hagamos algo parecido con nuestras creencias, esas estructuras tan irreales como sólidas que nos condicionan el comportamiento (a veces para bien, a veces para mal), las convertimos en nuestro enfoque del mundo y en nuestra VERDAD.
Nuestras creencias se terminan convirtiendo en nuestra referencia a la hora de criticar, nuestra regla con la que medimos al mundo, a los demás, sus conductas, actitudes, etc.; por otro lado, cuando estamos recibiendo una crítica y ésta roza algunas de nuestras ‘verdades’ la incomodidad que sentimos se torna en demasiadas ocasiones en sensación de ataque y rechazo.
A veces nos enganchamos nocivamente a nuestra propia visión del mundo. Perdemos perspectiva creyendo que la nuestra es la única verdad (cuando solo es la nuestra). No es que tengamos que ser unos ‘veletas’, no es eso, pero un exceso de rigidez en este sentido no permite adaptarnos a los nuevos vientos que pudieran venir en forma de información, otras experiencias, otras personas, otros enfoques… más aún en un mundo que cambia a una velocidad que a duras penas logramos seguir… más aún cuando nosotros también estamos en constante cambio y no caemos en la cuenta del dinamismo que muchas veces pueden tener nuestras propias creencias.
También es cierto, como decía anteriormente, que hay que estar muy finos en muchas ocasiones, para saber si el análisis se convierte en sarcasmo, y el sarcasmo en un mero ‘desmontar al otro’ sin más. Una forma de atacar y tratar de destruir al otro alejada de cualquier tipo de comportamiento ‘inteligente’.
Y no solo me refiero a los demás para con nosotros, también hablo de uno mismo con respecto a los demás… que todos hemos soltado una patadita por debajo de la mesa…
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Palanca de la inteligencia
…claro, y entre tanta sutileza, guardar las formas o dejarlas ir… se nos va la inteligencia.
Si inteligencia es saber elegir, saber escoger la mejor opción que tengamos entre manos, sin duda, tener a mano las más significativas nos facilitará el proceso. Pura lógica.
Uno de los problemas es que confundimos en muchas ocasiones ‘buscar opciones’ con ‘confirmar nuestras creencias’… es como si nuestro cerebro ya hubiera decidido en función a lo que sabe y ha vivido, no permitiendo meter nuevas cartas en nuestra baraja. Toda una merma a nuestra creatividad, nuestra capacidad de ver las cosas desde otra perspectiva, nuestro desarrollo personal y evidentemente sobre nuestra inteligencia.
Sin divergencia sobre algo no terminará dándose un análisis completo sobre una cuestión. Hablo de una ‘divergencia sana’, por distinguirla de la ‘divergencia sarcástica’ (que esta no nos vale ahora).
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Toma y daca
Ya hablé hace unos meses sobre mi punto de vista a la hora de dirigirnos a los demás de una manera efectiva, en El arte de responder (sin cabrear a la otra persona). Creo que puede ser perfectamente aplicable al momento en que queremos brindarle a otra persona nuestro análisis y valoración sobre algo, bien porque nos lo solicite bien porque entendamos que viene a colación.
En cuanto la capacidad para recibir críticas considero que es algo entrenable. No es fácil, no es imposible, y nos hace más inteligentes.
Me gusta el enfoque de Eugenio Moliní, quien en su “Libro sobre participación Genuina” nos habla constantemente de la riqueza de la Divergencia y su impacto en la inteligencia colectiva. Es fantástico, porque nos propone pautas entrenables que agudizan nuestra capacidad de análisis con un enfoque colectivo que bien podemos aplicarnos a ‘lo individual’.
Si la Divergencia contribuye a nuestra inteligencia no debemos dejarla escapar, y para ello, hay que saber atraparla con pericia. Eugenio nos propone recibir y formular las divergencias “en términos que describan el valor que tienen en sí mismas, sin comparaciones, sin críticas y sin referencias a las demás”, todo un acto de madurez. Se trata de capturar un conocimiento, que aunque pueda poner en crisis nuestras posturas, no deja de ser un conocimiento, siendo ese ejercicio de ‘ponerlo en valor’ una forma de adoptar una mayor perspectiva sobre un asunto… algo que aumentará nuestra capacidad de elaborar y elegir con más criterio un enfoque, una solución, una estrategia,…
No es fácil, porque la tendencia es a debatir, confrontar, reaccionar o responder cuando nos asoman algo que no nos gusta. Desde ese momento ya estamos cerrando puertas y dejando escapar posibilidades. Insisto, no es fácil, no es imposible,pero es más inteligente gestionar bien las críticas hacia dentro y hacia fuera.
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Todo un reto conjugar bien el verbo “criticar”, que bajo el escenario que propone Eugenio Moliní con la frase “La divergencia enriquece, no fragmenta” nos inspira a ser más inteligentes haciendo nuestros cerebros más grandes.
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Procesos y Aprendizaje
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La crítica y la inteligencia
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Imagen de drdevience vía Pixabay
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Coincido con David en que no debemos caer en dogmas programáticos, pero creo que David coincidirá conmigo en que necesitamos de directrices para avanzar, caso contrario creo que nos sumiríamos en un caos por eso de que “todos tenemos razón y como cada uno pensamos de manera diferente…”
La inteligencia es la que debe ayudar a resolver, pero con ella no se nace, esta se forma en el tiempo, con esfuerzo y de ahí las envidias, los abusos y los éxitos, todo junto pero no mezclado.
Un lío del que solo se atreven a opinar los sociólogos y los sicólogos.
Efectivamente Benito, como dijo el filósofo “no hay viento favorable si no sabemos dónde queremos ir”. No obstante, los caminos, a veces, poco tienen que ver con ‘la razón’ y ‘la verdad’, conceptos subjetivos de nacimiento. Desde ahí, y con las líneas que la realidad nos marca, será nuestra inteligencia la que pueda optimizar las mejores críticas, para las mejores decisiones. Un abrazo! Buena semana!
Gracias, es un tema importante e interesante que llama mucho la atención. Lo estoy leyendo.
Gracias por el tema.