Resulta una obviedad decir que el suelo sobre el que pisábamos se ha movido en los últimos años. Tanto, que parece que esa expresión tan repetida de ‘la cosa está mal’ no fuera del todo correcta, y lo más adecuado hubiera sido decir ‘la cosa se está moviendo’, con todas las consecuencias e incertidumbres que un movimiento de tal magnitud despierta, más aún cuando la repercusión de ese ‘temblor’ afecta a nuestras necesidades más básicas. En fin que la cosa estaba y se está moviendo.
De lo que también me estoy dando cuenta, es de que quizás todo esto no fue un terremoto, sino más bien un tsunami, un tsunami que lo inundó todo, que convirtió nuestro ‘mundo terrestre’ en un ‘mundo líquido’, un mundo para el que muchos no estábamos adaptados…
…ni profesional, ni personalmente…
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La vida líquida
Aunque Zygmunt Bauman nos lleva hablando de todo esto desde hace décadas, os reconozco que para mí este es un concepto nuevo, brutalmente innovador, brutalmente inspirador. También te aviso que estoy empezando a leer a Bauman ahora y que estoy verde, pero también estoy conmovido.
Para Bauman, la vida líquida es la manera en la que vivimos en la sociedad actual, una sociedad que por no mantener por mucho tiempo sus condiciones se vuelve líquida. Una sociedad rápida y volátil, que cambia su forma antes de que nos hayamos acostumbrado a cada nuevo contexto que se nos presenta, un nuevo contexto que se vuelve viejo incluso antes de que se haya terminado de consolidar, viéndose siempre solapado y devorado antes de tiempo por unas nuevas condiciones.
Para ver claramente esto solo tienes que pensar en cómo nos ha ido cambiando el mundo y nuestras condiciones y hábitos de vida en los últimos 20 años, y en cómo los cambios cada vez son más vertiginosos (“7 de cada 10 niños que nacen hoy trabajaran en ocupaciones que aún no existen”).
V.U.C.A., es el acrónimo con el que nos topamos cada vez más y que define nuestro mundo: Volatile (volátil), Uncertain (incierto), Complex (complejo) y Ambiguous (ambiguo), caracterizado por una inestabilidad e incertidumbre constante.
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Rápido, ¿¡Rápido?!
En un contexto como éste, el reto está servido. Estas circunstancias pueden ser de lo más inspiradoras, sacando lo mejor de nuestras competencias que siempre tendremos que estar rectificando como si de las velas de un barco se tratase, según el viento que sople, y moviendo el timón de nuestra embarcación con la energía que nuestra proactividad sea capaz de generar. O pueden ser también unas circunstancias que nos terminen empobreciendo en lo personal, lo profesional y por supuesto en lo emocional.
Animados por seguirle el baile a un mundo que ya no tiene ritmos, tratamos de adaptarnos con estrategias de “aprendizaje continuo”, colocándonos en Beta Permanente, y corriendo el peligro (en mi opinión) de dejarnos muchas cosas por el camino.
Aún aceptando (qué remedio) que vivimos en un mundo VUCA, y todos los retos presentados, me inquieta que todo sea ‘excesivamente VUCA’. Que nuestros vínculos personales se conviertan en transitorios y volátiles, que la flexibilidad laboral carcoma nuestras previsiones de futuro, que las carreras profesionales pierdan su valor, o que ante un mundo que cambia tan rápido haya dejado de ser aconsejable (como dice el propio Bauman) aprender de la ‘experiencia acumulada’ (porque las circunstancias ahora, además de nuevas, son impredecibles)…, que intentemos seguir un ritmo de los acontecimientos que nos descapitalice la identidad y nos incremente el desarraigo.
Si vivimos en un mundo VUCA, no lo dudes, podremos terminar siendo PERSONAS VUCA: volátiles, inciertas, complejas y ambiguas, … ¿o no? ¿o cómo puñetas lo vas a evitar? ¿qué vas a hacer en este sentido?
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Respirar bajo el agua
Gestionar la incertidumbre se convierte en una de las competencias básicas y claves para poder respirar hoy en día en este acuático mundo, todo un desafío en un mundo lleno de “personas adictas a la seguridad pero siempre inseguras de ella” (Bauman).
Es verdad que ya no vale solo con gestionar el cambio, que las circunstancias nos exigen ser generadores de ese cambio en el que estamos sumergidos; que nuestra capacidad de colaborar y trabajar en red nos permitirá optimizar mejor nuestras propias competencias en un mundo aparentemente infinito de posibilidades; que o nos ponemos en modo beta permanente o nuestro presente será nuestra propia fecha de caducidad; todo esto es cierto…
…pero para poder llevarlo a cabo necesitamos RESPIRAR… o dicho de otro modo, gestionar la incertidumbre, que se manifiesta en forma de miedos, miedos que no nos dejan pensar con la claridad necesaria para poder llevar a cabo la mejor adaptación posible de nuestras competencias terrestres a este mundo acuático.
John Moravec, en el prólogo de Knowmads dice “Saltar de un acantilado conlleva una emoción extraordinaria cuando lo decides tú. Nunca sentirás esa emoción si alguien te empuja.”, totalmente de acuerdo, solo que muchas veces la decisión de saltar, si bien es personal y elegida, está motivada porque la casa de uno se está quemando… y las emociones en ese sentido, no son las más ‘extraordinarias’… (me haría tanta ilusión que me rebatieras esta parte…)
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El triple reto
Dice Bauman que más que describir la vida moderna líquida como una serie de nuevos comienzos, quizás sea más adecuado narrar esa vida como una serie de finales sucesivos, y que quizás, la clave esté en la adecuada digestión de todos y cada uno de esos continuos finales que vivimos.
Desde este enfoque, considero, a día de hoy (mañana, no sé), que quizás el reto (el que yo asumo, al menos), sea un reto triple que tiene que ver con la resiliencia, el desapego y nuestra identidad.
Porque la resiliencia, o capacidad de sobreponernos a situaciones emocionales y/o materialmente adversas resultando favorecidos de esa experiencia, nos permitirá afrontar esa sucesión de finales impredecibles. Porque el desapego de todo aquello que sea accesorio y superfluo nos permitirá facilitará ese proceso, nos aligerará necesariamente el equipaje, permitiéndonos dejar atrás lo innecesario. Y por último, nuestra capacidad de mantener y definir nuestra identidad, como único y personal denominador común de todas las realidades que nos toquen vivir, será lo evite que nos diluyamos o resultemos fagocitados por un mundo en el que la velocidad importa más que la duración.
Son estas tres capacidades las que hoy me propongo a mí mismo, un animal terrestre avocado, como todos, a adaptarse a un mundo líquido…, aunque bueno, ya sabes, no me hagas mucho caso, solo soy un ‘bloguero de provincias’ con demasiadas dudas, incertidumbres y mucha curiosidad. Además, no sé inglés, nunca se me dieron bien las matemáticas y no toco ningún instrumento musical.
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Procesos y Aprendizaje
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Retos de un animal terrestre en un mundo líquido
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Avanzamos muy rápidamente, más rápido de lo que nuestra limitada mente puede llegar a comprender, pero solo en los aspectos tecnológicos que modifican nuestras conductas “mecánicas” y esa parte sicológica que nos ayuda a entender las derivadas de los avances tecnológicos, pero en lo esencial NO AVANZAMOS, me refiero a la conducta interior, esa manera de ser antropológica, propia de lo que significa ser un humano en el contexto biológico en el que hemos ido evolucionando como un elemento más del big bang. Nuestra mente se ha estacionado, no meditamos, no reflexionamos, no razonamos, ¡para que!, no lo necesito para vivir… como animal, y ahí encajo yo el acrónimo V.U.C.A. Volatile (volátil), Uncertain (incierto), Complex (complejo) y Ambiguous (ambiguo), pero caracterizado por el “desinterés”. Estoy mejor siendo dirigido, que siendo “libre” e independiente, es decir, prefiero ser “cordero” con un abrevadero cerca. Saludos cordiales
…y lo curioso Benito, es que el mundo VUCA nos deja a merced de nuestra ‘supuesta’ libertad… y este mundo ya es REAL. O somos capaces de sacarle lo mejor (que es posible y ahí tenemos el reto), inyectándole todo el humanismo posible a este sistema, o seremos arrollados inevitablemente por él.
Un abrazo!
David