#citaciega
“…nadie supo como lo hizo…
pero el baño quedó implacable
después de todo aquello…”
‘Diarreas’, de Fátima M. Roldán
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…bueno, pues yo sigo con mi búsqueda del perfil del “buen profesional”, esto es, de la persona que posee un desempeño efectivo y eficiente.
Reconozco que por un lado es algo que me gustaría definir para aplicármelo a mí mismo con el objetivo de “vivir mejor”… pero no me refiero a “vivir mejor” en plan de “ganar más pasta” (a ver, si se gana más pasta bien, para qué vamos a engañarnos) … me refiero a “vivir mejor” en el sentido de hacer tu trabajo, hacerlo bien, convertirte en un profesional demandado que se gana la vida con lo que hace y que todo esto te posibilite un equilibrio sano con las otras áreas de tu vida.
…y la verdad, por otro lado, delimitar este perfil me facilita apoyar mejor los procesos individuales y colectivos en los que acompaño a personas en búsqueda o desarrollo de oportunidades profesionales, de hecho, ha sido en uno de estos procesos donde salió el tema de qué es el “valor añadido de un profesional” y cómo puede generarlo.
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El valor añadido de un profesional
Para mí, un profesional posee valor añadido cuando su actuación genera más de lo que necesariamente se espera que genere, sin que ello suponga una actuación perjudicial para el propio profesional, sus colaboradores o quien contrate sus servicios.
Son esas personas que hacen algo más de lo que tienen que hacer, de una forma sutil y natural, incorporada a su desempeño, y que eso que hacen tiene una proyección directa, positiva y tangible en los beneficios (propios y ajenos). No son personas que necesariamente se sobrecargan de trabajo, incrementan las inversiones iniciales o malgastan las energías a costa de obtener el resultado final.
Un profesional genera valor añadido cuando transforma con su acción la prestación del servicio en el que participa o el producto final que crea, de lo que resulta algo mejor, más deseable, más eficiente, más efectivo,…
Los profesionales que generan un valor añadido con el tiempo se convierten en opción preferente (haciendo irrelevante a su competencia), son hábiles cubriendo un amplio espectro de necesidades en un mismo contexto y, como he dicho, incrementan los beneficios.
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Lo que hace
Creo que lo primero que define a un buen profesional es que “hace lo que tiene que hacer”, algo que si bien resulta obvio no siempre se da. Si te contratan para hacer pan y no haces una buena masa da igual que seas un experto a la hora de hacer las formas más increíbles y espectaculares, si el producto final resulta incomible tienes un problema… así que además de “hacer lo que tiene que hacer” el profesional valioso “lo hace bien”.
Pero además, marca la diferencia con el “cómo lo hace”. Esto es clave. Aquí entra la metodología mezclada con las actitudes. Tu estilo a la hora de tratar a las personas, las herramientas, los entornos, la administración de recursos, la gestión de oportunidades que haces en el contexto de trabajo, la pertinencia de tus decisiones, la forma de presentar el resultado, etc.
Ahora bien… cuidado con las actitudes que, si bien son importantes y marcan la diferencia, por muy positivas que parezcan de inicio sin comportamientos sólidos y constantes que la acompañen son como castillos en el aire… vamos, que puedes ser muy “guay” que si a la hora de la verdad te desinflan tus comportamientos empiezas a ‘perder valor’… unas “buenas actitudes” sin las conductas adecuadas te puede convertir en una grotesca caricatura de lo que debe ser un profesional.
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La trampa de la reputación
Una cuestión interesante que abordaba también el otro día es que el concepto de “profesional con valor añadido” es dinámico.
Esto es, el hecho de que una persona haya generado valor añadido durante un tiempo no significa que siempre lo vaya a generar. O, por el contrario, el que una persona no haya generado valor añadido aparente en un determinado proyecto no implica que no sepa o no lo vaya a hacer en el futuro.
Por los motivos que sea, el nivel de calidad en el desempeño de una persona puede bajar o subir, y los efectos de esta oscilación no siempre son inmediatos. Por ejemplo, una persona con una gran reputación puede llevarse años viviendo de sus rentas, hasta que termine de dilapidar por completo su capital de confianza si no se pone las pilas (que, por cierto, a mayor reputación alcanzada más difícil será darse cuenta de esto y volver a ponerse las pilas… ya que la persona probablemente lleve años sin tener ‘los pies en el suelo’ o sin escuchar lo que ‘de verdad’ se dice de ella).
Otro aspecto curioso es constatar como los malos profesionales con una buena reputación aparente cuentan con la protección invisible de la prudencia ajena. Vamos, que como en el cuento, nadie se atreve a reconocer que el emperador va desnudo y esto es una putada… ya que la información que circula no es la más fiable.
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Indicios
La verdad, para qué engañarte, no sé cómo detectar el valor añadido de un profesional. A veces, imagino que como tú, tengo intuiciones, percepciones de que algo funciona o no funciona… encaja o no encaja… pero como te digo, no sabría cómo detectar a ciencia cierta si una persona es un “profesional con valor añadido”… salvo que haya trabajado con ella.
…lo que sí sé es que siempre da buen resultado contar con personas que…
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- Preguntan / se preocupan, por lo que hay que hacer. Pero no se “preocupan” en sentido negativo, me refiero a una preocupación con forma de incremento consciente de su atención por lo que tienen hacer. Se enfocan en lo que se les pide, incluso tienen dudas y no temen preguntar sobre ellas. Para ellos, conocer proactivamente lo que hay que hacer no es un síntoma de vulnerabilidad profesional.
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- Reconocen los contextos y se adaptan a ellos. Una persona lista es la que repite lo que sabe que le funciona, en cambio, una persona inteligente tiene la facultad de aplicar lo que sabe a contextos distintos y de distinta forma para obtener nuevos resultados. Aunque el trabajo sea el mismo, reconoce que el contexto es diferente.
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- Optimizan lo que tienen hecho y puede ser reutilizable… pero no se replican a ellos mismos constantemente.
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- No solo generan valor con el resultado final de lo que hacen… también lo han generado en su proceso de trabajo, que ya de por sí ha sido útil y valioso.
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- Tienen en cuenta a los demás, generan visibilidad en el resto de personas que participan directa o indirectamente en el proceso de su trabajo. No mecanizan, humanizan de forma natural, no falsean los afectos.
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- Hacen lo que tienen que hacer y no necesitan de adornos para distraer la atención de los resultados que generan.
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- Cumplen tiempos y plazos, y tienen cierta capacidad de anticipación. Son facilitadores.
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- No hablan mucho de ellos, ni directa ni indirectamente. Ya habla su trabajo por ellos. Eso sí, escuchan mucho para entender bien el contexto en el que van a trabajar y las necesidades latentes que pudieran darse.
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- Son educados y pertinentes antes, durante y después de su trabajo. Son también asertivos (dicen lo que piensan) y saben decir que no. No se comprometen con lo que no pueden cumplir, pero tampoco se condenan por compromisos que mutaron en sus condiciones.
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En definitiva, ¿Qué tengo que darte… para ser un profesional con valor añadido?
¿?
¿Qué tengo que darte para que se lo des a tu Mama? ¿Qué tengo que darte para que se lo des a tu Papa? …give it away give it away give it away nowwwwwww…
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